¿Cómo hemos llegado a esto en Cataluña?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Alberto Estévez | Efe

18 may 2018 . Actualizado a las 07:30 h.

En 1980 se celebraron en Cataluña las primeras autonómicas, con una notable ventaja de las fuerzas no nacionalistas: PSC, PSUC, UCD y Partido Socialista Andaluz obtenían el 54,5 % de los votos y 78 escaños frente al 36,7 % y 57 de CiU y ERC. Con ser grande, esa ventaja era muy inferior a la de las generales de 1977 y 1979, en las que los no nacionalistas se situaron por encima del 63 % y del 66 % de los votos.

Constituye, pues, una total falsedad la idea de la hegemonía originaria del nacionalismo catalán. La pregunta, obviamente, es de cajón: ¿Cómo la ha alcanzado, hasta el punto de hacer presidente de Cataluña a un racista declarado, que odia sin disimulo a los catalanes no nacionalistas? ¿Qué ha ocurrido en Cataluña para que el nacionalismo haya podido llegar a sentirse con fuerza para dar un golpe de Estado y proclamar la independencia y la república?

Para esas preguntas existen dos respuestas. Todos los nacionalismos periféricos, Podemos, una parte del PSOE (mayoritaria en el PSC) y la intelectualidad que suministra munición al identitarismo reaccionario creen que la explicación hay que buscarla en la incomprensión española de lo que llaman el hecho catalán. Para decirlo pronto y claro: el nacionalismo habría crecido sobre la ola del supuesto maltrato a Cataluña, el pretendido expolio de su economía y el presunto desprecio a su personalidad diferencial y a su cultura.

No hay que ser un lince para constatar que la realidad contradice pe por pa tal cuento chino. Porque la realidad es que los nacionalistas han disfrutado de muchísimo poder en Cataluña y gran influencia en la política española. Su deriva soberanista y supremacista la explica justamente el fin que han perseguido con el inmenso poder del que han gozado durante casi cuatro décadas: hacer un país a la imagen y semejanza de su proyecto histórico de fondo, que no era otro que construir una nación en que sostener un Estado independiente.

Para ello el nacionalismo ha despreciado la pluralidad interna de la sociedad catalana, arrinconando en todos los ámbitos a los no nacionalistas, que han vivido metidos en sus casas hasta que la inminencia de la secesión consiguió al fin, rompiendo un silencio de décadas, sacarlos a la calle. Y para ello el nacionalismo ha utilizado todos los instrumentos que logró controlar gracias a un poder que crecía año tras año. Los medios de comunicación públicos y la escuela, instituciones ambas sometidas a intensos procesos de manipulación, han sido la punta de lanza de esa construcción nacional que ha acabado en lo que está bien a la vista: una Cataluña gobernada por unos facinerosos y una sociedad civil (familias, amigos, compañeros de trabajo) dividida en dos partes irreconciliables.

Es tal el desastre que el nacionalismo ha provocado que la única forma de explicar lo que ha ocurrido en Cataluña es que fuera de allí no nos hemos enterado o no hemos querido enterarnos de lo que estaba sucediendo. Así de terrible. Así de claro.