Banesco, chivo expiatorio del caos chavista

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

CARLOS GARCIA RAWLINS | reuters

09 may 2018 . Actualizado a las 07:17 h.

No hay dictadura que pueda resistir a medio plazo sin movilizar a la población contra un enemigo exterior como Dios manda, al que hay que demonizar, convirtiéndolo, mediante la manipulación masiva de la sociedad, en odioso, malvado y poderoso. Ese enemigo puede ser, luego, claro está, muy variado: la conspiración judeomasónica, las corruptas naciones de Occidente, Corea del Sur o el depredador capitalismo. Ça dépend.

Para las dictaduras populistas latinoamericanas, que han reclamado de los valores de la izquierda, pisoteando los de la democracia, el enemigo exterior, por antonomasia, han sido los norteamericanos. Fidel Castro aguantó medio siglo en el poder, pese a haber convertido a Cuba en una cárcel llena de pobreza, por su habilidad para tener movilizada a la población contra los yanquis. Y asentó con ello una escuela cuyo más fiel sucesor es el Tirano Banderas que manda en Venezuela.

Pero la miseria que se sufre en la gran nación hermana es hoy aterradora. La escasez de todo, comenzando por lo más indispensable, ha llegado a ser tan angustiosa para la inmensa mayoría de la población que a los sátrapas que desgobiernan el país no les ha quedado más remedio que buscarse, además de sus enemigos exteriores (Estados Unidos, Rajoy, la Unión Europea), un enemigo interior sobre el que cargar las culpas del total hundimiento de uno de los países con mayor riqueza de América del Sur.

Esa y no otra es la razón de la intervención chavista de Banesco, con cuyos fondos privados quiere Maduro dar un respiro a sus negras cuentas públicas, inventándose de paso un enemigo interior de Venezuela al que hacer responsable de la desastrosa economía del país. Y todo ello con el impúdico objetivo de hacer frente a un movimiento de oposición popular que avanza día a día a pesar de la durísima represión de la dictadura chavista, cada vez más aislada nacional e internacionalmente. Banesco es, por supuesto, el enemigo ideal para el populismo izquierdista que ha conducido a Venezuela a un desastre político, económico y social sin precedentes: un banco es la imagen misma del mal en el delirante discurso político de unos gobernantes cuya inepcia es solo comparable al grado de corrupción que han instalado en el país.

Maduro personifica hoy lo peor que el populismo izquierdista ha provocado en la sufrida América Latina: por un lado, el autoritarismo político, que ha acabado con la separación de poderes y las libertades más elementales. Un autoritarismo que desembocará en una farsa de elecciones donde la oposición democrática no va a participar. Pero Maduro representa también la incompetencia en la gestión, que ha logrado lo que parecía imposible: aplastar la economía venezolana, hasta hacer de un país muy rico un país muy pobre.

Aunque de todo eso, claro, no tienen la culpa Maduro y sus secuaces, sino una conspiración interior y exterior que convierte a Banesco en el último chivo expiatorio de una catástrofe anunciada.