El Babel europeo protege a Puigdemont

OPINIÓN

07 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La UE no pasará de ser una trapallada jurídica mientras tenga veintiocho sistemas judiciales, veintiocho códigos penales, veintiocho constituciones estatales y ninguna europea, unos tribunales comunes que se dedican a las banalidades y se arrugan ante los grandes temas, y una libre circulación que permite a los delincuentes elegir la traducción que más les gusta del artículo que se les va a aplicar. Por eso Puigdemont se va de rositas, protegido por picapleitos y distingos judiciales, mientras nadie sabe cómo parar a Orbán, cómo garantizar la acogida de refugiados, cómo frenar los nacionalismos organizados contra la UE, ni cómo lograr que una Alemania que no habría tolerado ni el primer paso del procés, y que habría ilegalizado a la CUP, descubra la violencia que subyace en el hecho de sublevar una parte del Estado contra su integridad constitucional, cosa que, en buena lógica, le debe parecer irrelevante a un país que, para dar las gracias, dice tanke. La Justicia europea depende más de las traducciones, los intérpretes y los funambulistas trasnacionales que de los hechos y los derechos. Y así -creo- no vamos a parte alguna.

Este Babel terrorífico se refuerza, además, con veintiocho sistemas mediáticos estatales y sesenta regionales, que, en vez de apostar por la unidad y a la coherencia de la UE, prefieren atizar sin pudor la algarada localista, y sustantivar las anécdotas y banalizar las categorías, mientras nos invitan a unirnos contra las fake news creadas en Rusia, contra las filtraciones de Facebook y otras órdenes mendicantes, y contra los que delatan a los defraudadores que guardan su dinero negro en un banco suizo. Porque estamos creando una Europa de fariseos, que no defiende solidariamente sus constituciones, y que acabará produciendo más puchdemones que hongos venenosos y avispas velutinas.

¿Y qué voy a decir de nuestra Justicia? Pues nada mejor que reproducir la profecía que escribí el pasado día 24, en este mismo periódico, en plena orgía de encarcelamientos: «La penosa impresión que da nuestra Justicia es que, después de pasar un lustro rumiando sus escrúpulos y su impotencia, sin atreverse a evitar el abuso de poder y el grave desorden político y legal que padecíamos, está aprovechando la aplicación del artículo 155 -que derrumbó los ídolos del independentismo, y puso de manifiesto que no eran extraterrestres con rayo láser, sino celtiberos enriquecidos- para convertirse, en solo tres días, en la clave de bóveda de España; y, en vez de enfocar el final del proceso hacia una inhabilitación ajustada y razonable, con algunos acentos de malversación, se aboca esta triste historia a un proceso por rebelión difícilmente gestionable, que, si se analiza con buena letra, solo pudo ganar su tremenda gravedad gracias a la inaudita inacción que caracterizó a los poderes del Estado -y especialmente al Judicial- durante los cinco años anteriores».