Con independencia del contenido de la solicitud de extradición de Carles Puigdemont que interesa a la Justicia alemana, el Tribunal Superior Regional del land de Schleswig-Holstein explicará por qué lo entrega, limitando, en su caso, los hechos por los que puede ser juzgado en España. En este sentido, los hechos que la Justicia española ha calificado como constitutivos de un posible delito de rebelión serán considerados por ese tribunal alemán y pueden ser insuficientes para alcanzar el delito equivalente de alta traición. Siendo este el caso y agotados los recursos, Carles Puigdemont podría ser extraditado a España pero no para ser juzgado por un delito de rebelión. Lo principal de esta situación es que se evidenciaría distinta intensidad punitiva para calificar los mismos hechos, resultando tan exagerada la española como la condena de tres años y medio de cárcel por insultar al rey. Y esto agudizaría la crisis de identidad del español que no quiere ser así, pero también la del otro, obligado ahora a permanecer en la rareza.
El procés fue impulsado por Artur Mas, precisamente, como respuesta a la sordera, el autoritarismo, la arbitrariedad y otras taras predemocráticas que perduran en la cultura política española. Artur Mas actuó dentro de la legalidad, pisando quizá la raya, para obligar al Estado, al PSOE y al PP a expresar el contenido último de su cultura política, precipitando así su ocaso; el procés fue concebido para destruir las expresiones políticas con las que convivimos, que son imposibles en la Unión Europea del siglo XXI, como las banderas a media asta por Jesús de Nazaret o el «somos novios de la muerte» del Gobierno: se explica solo.
Las CUP vetaron a Artur Mas y lo sucedido a continuación es conocido, apareció Carles Puigdemont orientando el procés hacia la ruptura con la legalidad española. Haciendo caso omiso del mandato democrático, porque seis de cada diez de los que votan en Cataluña son contrarios a la unilateralidad, se situó en términos revolucionarios, porque bastaba la determinación de imponer un orden nuevo para materializar la república de Cataluña. En septiembre del 2016 sería DUI o quizá RUI, esto es, declaración o refrendo unilateral de independencia, y por este camino se llegó a las sesiones parlamentarias del 6 y 7 de septiembre del 2017, cuando se produjo la ruptura con la legalidad española.
Sin embargo, nada de lo que está sucediendo se parece a una revolución, es otra cosa que llamamos Maidán Hare Krisna, un concepto de diseño barcelonés que no existe en la política real, porque supone que el Estado claudicará en los despachos ante la insumisión cordial de las personas de identidad nacional catalana. Asombroso, porque tenía que pasar por encima dejando todo hecho un erial ante la indiferencia de terceros. Artur Mas no lo habría hecho así, pero ya ha recuperado el liderazgo porque todos sus rivales están eliminados para la política real, que es donde se ganan o se pierden las batallas de verdad.