Una vez más la coruñesa playa del Orzán se cobra una vida. No es el momento de cargar las tintas sobre la inconsciencia de algunos jóvenes que en una noche de juerga se acercan adonde no debieran hacerlo. Los que ya no lo somos sabemos, por haber pasado por ello, que la juventud es la única enfermedad que se cura con el tiempo, por lo que desde esta columna pido a los mandamases del Ayuntamiento de A Coruña que de una vez por todas hagan algo para que una tragedia semejante no vuelva a ocurrir. No basta que salga la concejala de turno advirtiendo de que el mar es muy traicionero. Eso es obvio. Instalen salvavidas en los muros del arenal, letreros avisando del peligro, boyas en la orilla, cámaras conectadas a la central de la policía local que posibiliten que la correspondiente patrulla se persone nada más se repare en que alguien corre peligro, sirenas que se activen cuando una persona ronda lugares desaconsejados, etcétera. Y, cuando menos los días en que los chavales salen de fiesta, que varios efectivos de la policía municipal patrullen permanentemente la zona más peligrosa del paseo marítimo coruñés. Y si tras tomarse estas medidas y tantas otras alguien suficientemente avisado incumple, que se le multe. Se trata de salvar su vida y la de sus posibles socorristas.