El día de los bosques

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

26 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Los bosques han sido esenciales para la imaginación tanto de estas islas como de otros lugares del mundo a lo largo del siglo. Por esa razón, cuando un bosque se destruye, cuando queda sepultado bajo el alquitrán, el hormigón o el asfalto, no desaparecerán solo especies y hábitats únicos, sino también recuerdos únicos y formas de pensamiento únicas». «Cuando se destruyen los bosques la memoria y la imaginación se marchan con ellos».

Estos párrafos pertenecen al libro Naturaleza Virgen del escritor británico Rober Macfarlane, al que leí por primera vez siguiendo la acertada recomendación de un colega del periódico. Se trata de un escritor de caminos y lugares, de paisajes y de árboles, que sigue la tradición de otros autores en lengua inglesa preocupados por el mundo rural, la naturaleza y el entorno.

Los bosques, los árboles, como elementos clave de nuestro paisaje y cultura, están también presentes en nuestra literatura, en la narrativa o en la poesía; los vemos, o los sentimos, en la obra de Pardo Bazán o Wenceslao Fernández Flórez, en Rosalía de Castro, o en los poemas de Uxío Novoneyra o Noriega Varela, por citar solo algunos ejemplos.

La lectura de Naturaleza Virgen me hizo recordar historias auténticas, como la de Julia Butterfly, una mujer de veinticinco años que para salvar el bosque trepó hasta lo más alto de la copa de una gran secuoya de cincuenta metros, y allí permaneció durante dos años (El legado de Luna) u otras que deberían serlo como la de El hombre que plantaba árboles, de Jean Giono, que consiguió transformar un desierto en un majestuoso bosque.

A través de la literatura, de historias reales o imaginadas, en los bosques hemos sentido miedo o nos hemos emocionado; hemos buscado refugio o vibrado con las sensaciones de los lugares mágicos. También el cine ha convertido a los árboles o la naturaleza en un personaje más; lo hemos visto en Dersu Uzala de Kurosava, en El Olivo de Iciar Bollaín, o en la magistral Into de Wild de Sean Penn, cuya banda sonora es un paisaje más.

Claro que nuestros bosques han cambiado con el tiempo, que en el pasado muchos de ellos fueron talados para uso industrial o que lugares hoy repletos de árboles lo están como consecuencia del abandono de los usos agrícolas tradicionales, pero es nuestra historia. Aunque hoy solo la décima parte del territorio gallego albergue bosques autóctonos, merecen ser conservados al igual que nuestro patrimonio industrial, nuestros viejos caminos o nuestras construcciones tradicionales.

Gracias a quienes han escrito sobre los bosques, a quienes nos han contado su historia o a aquellos que luchan por protegerlos tenemos conciencia de lo que han representado y de lo que hoy representan. Por ello, el Día de los Bosques está también para recordarnos que su conservación y defensa no es una cuestión solo de técnicos o científicos, sino que debe implicarnos a todos: proteger nuestros bosques es una manera de conservar una parte de nuestra historia, la historia de Galicia.

W. H. Auden, lo advirtió: «Una cultura no es mejor que sus bosques».