Nuestra privacidad, hoy más a salvo, menos para algunos

José María García-Lastra LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

22 mar 2018 . Actualizado a las 10:02 h.

El debate sobre la bondad o maldad de Facebook es cuanto menos impreciso. Claro que debemos hablar de su seguridad, de su buen uso, y de cómo evitar las fugas de datos que supongan un asalto a nuestra intimidad. Pero Facebook es como la carretera, ni mala ni buena inicialmente, pero que requiere que se conduzca con prudencia y que tenga buenas medidas para cuidar de nuestra integridad. Facebook, que solo tiene catorce años, es el patio donde cada día se encuentran casi 1.700 millones de personas de todo el mundo. Es el punto de encuentro de todos; pero también la fuente principal de información de muchos; el canal audiovisual de millones de usuarios; la agenda de eventos sociales y el álbum de fotos universal. Además, Facebook lo sabe todo de nosotros. Lo que nos gusta y lo que no; quiénes son nuestros amigos y qué productos nos enamoran. Es decir, tiene lo que tanto anhelan las marcas de todo el mundo.

Todo ese caudal de información, convertido en perfiles de sus usuarios y por tanto en lo que todos llamamos data, hoy es noticia porque alguien se ha hecho con una parte de semejante valioso pastel de información. Obviamente se cometió una ilegalidad y habrá que buscar y castigar a los responsables. Hasta ahí mi análisis inicial. Pero lo que sí es grave es la alarma social creada por la no explicación adecuada de la noticia y la creencia de algunos de que eso que llamamos Big Data es negativo. Es decir, la desconfianza que se ha sembrado y que castiga la economía de los contenidos y su relación con los consumidores. La inmensa mayoría de medios, redes y servicios de Internet cuidan de nosotros y de nuestra intimidad. Se ha venido haciendo hasta ahora por compromiso ético de las propias empresas y porque así lo señalaba la Ley de Protección de Datos; pero ahora la seguridad se multiplica con la entrada en vigor de la Normativa Europea de Protección de Datos, la famosa GDPR. Todos los que tienen presencia en la red se están preparando para ello y los ciudadanos, por tanto, podemos estar tranquilos. Y no olvidemos que gracias a esos datos los medios consiguen su mejor explotación comercial y financian su negocio ofreciéndonos la publicidad que encaja con nuestras necesidades.

Ahora bien, lo que sí debiera preocuparnos es nuestro propio comportamiento en Facebook y otras redes sociales. El postureo universal lleva a mucha gente a comportamientos que dejan a la luz su intimidad. Sabemos cuándo salen de vacaciones -dejando su casa sola- y cuándo compran un vehículo nuevo -dando pistas sobre su situación económica-; y en muchas ocasiones enseñan a todo el universo de la red las fotografías de sus hijos menores de edad sin ser conscientes de los riesgos que ello entraña.

Está claro que la ley vigila a Facebook para que siga manteniendo a salvo nuestra intimidad. Pero lejos de que nos cuestionemos los límites de nuestra privacidad, deberíamos plantearnos como usuarios cómo interpretamos hoy nuestra vida privada. Deberíamos tener más cuidado para saber qué publicamos y qué permisos le damos a la red y a través de qué aplicaciones.