El negro que no saltó la valla

Oladapo Oladipo EN VIVO

OPINIÓN

19 mar 2018 . Actualizado a las 07:15 h.

Intentaré ser breve, porque esto es solo una reflexión, sin ánimo de ofender a nadie. Tampoco pretendo que después de leer esta reflexión, se llenen las redes sociales de esa famosa frase de «todos somos...» y que luego nadie haga nada, pero oye habrían cumplido con esos buenos valores hipócritas que tanto nos caracteriza a los europeos. Espero que se entienda este oxímoron...

El mundo, Europa, España sin ir más lejos, presenta unos problemas estructurales que es momento de plantearse muchas preguntas y quizás entre todos (los que son capaces de pensar por sí mismos y no sacar conclusiones únicamente de la televisión o de lo que les haya podido contar el amigo de turno), podamos llegar a una conclusión responsable.

Empecemos por el principio. Imaginad a una persona que se levanta de su cama en algún país de África y decide buscar algo mejor en Europa. Pero como no tiene medios económicos, decide saltar la valla de Ceuta o ir en patera, un viaje vital hacia Europa, hacia España, en busca de un «futuro mejor».

Supongamos que logra saltar la valla, llega a España, y esa persona piensa, «lo he logrado», mientras se le pasa por la cabeza una pregunta, «¿y ahora qué hago?». Se dirige hacia una oficina de extranjería en busca de alguna pauta a seguir para legalizar su situación en España. Y allí obtiene una respuesta: para tener la tarjeta de residencia, es necesario aportar un contrato de trabajo indefinido de 40 horas semanales. La respuesta, a mi juicio, menos coherente que se le puede dar a una persona que acaba de llegar a un país donde ni los propios ciudadanos españoles son capaces de conseguirlo.

Estaremos de acuerdo en que esta persona tiene que vivir como sea y baraja las opciones que tiene para sobrevivir. Esas opciones van desde robar hasta… Pero decide hacer top manta, vender bolsos y zapatos falsos e ilegales en la calle. ¡Un delito!

Como economista he de ser tajante: vender ilegalmente en la calle, lo que sea, supone una economía sumergida. Pero si yo fuera esa persona que busca ese «futuro mejor» y sin posibilidad alguna de conseguir ese contrato de 40 horas que se pide, ¿qué opciones me quedan? ¿Entrar a robar en un banco? ¿Un supermercado? ¿Atracar a alguien? Como africano y residente en Galicia desde hace 15 años, he tenido que escuchar expresiones como «tú no eres como los que saltan la valla y vienen a España a hacer top manta y a delinquir». Simplemente porque eran conscientes de que poseo una titulación universitaria. ¡No, error, os equivocáis! La única diferencia entre ellos y yo es que a mí sí que me dieron una oportunidad y a ellos no.

Otra de las expresiones escuchadas es «si tan mal se pasa, ¿por qué no vuelves a tu país?». La respuesta es simple, porque allí no tienen nada por lo que luchar, no cabe lugar para una ambición más allá de lograr tener al menos, dos comidas al día.

Creedme que ninguno de ellos tiene el top manta como su primera opción de supervivencia. Si se les diera otra opción viable, real, todos la cogerían sin dudarlo.

Por último, me gustaría decir que una persona que llevaba residiendo 14 años trabajando en condiciones infrahumanas y viviendo en la exclusión social, solicitando en varias ocasiones el permiso de residencia y que se le deniegue en varias ocasiones, hace que me pregunte ¿qué más le queda por hacer para merecerlo?