La tribu de los Preysler

Beatriz Pallas ENCADENADOS

OPINIÓN

18 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Tamara Falcó podía haber sido el origen de un programa como Las Kardashian a la española, pero su propuesta de telerrealidad We Love Tamara no cuajó. Aún así, de la mano de Bertín Osborne demostró el viernes que sigue siendo un filón televisivo que regala titulares pasmosos cada vez que abre la boca. Seguro que un buen número de espectadores se asomaron a lo de Bertín más atraídos por su vertiente decorativa y por traspasar el umbral mítico de la casa de Isabel Preysler que por escuchar a su hija. Entre vistazo y vistazo a la piscina cubierta, al dormitorio y a la cocina, pero a ninguno de sus catorce cuartos de baño, se escucharon las confesiones de una chica que se admite malcriada por unos padres separados que se lo dieron todo con solo pedirlo. Tamara sabe cómo manejar los mandos de la cocina porque cuando se levanta aún no hay nadie que le prepare el café y ha tenido que buscarse la vida con el encendedor del gas. A partir de ahí, su capacidad de supervivencia se limita a sándwich, yogur y fruta. Acerca de convivir con un premio Nobel en casa confiesa que es tan «genial» que no siente la necesidad de hacerse la inteligente todo el día. Mario habla hasta con el jardinero, subraya. Tamara, sin filtros, se explaya en detalles sobre su madre, sus parejas sucesivas y ese paradigma de nueva familia, según ella inspirado en La tribu de los Brady.