Cómo reproducir un incendio social

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

17 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Las cerillas de ahora son las noticias falsas. La gasolina la ponen los agitadores profesionales, que suelen ser los antisistema y, sorprendentemente, algunos dirigentes políticos. Y el lugar de la explosión, cualquiera donde haya ingredientes para el estallido social. Ocurrió mucho en los banlieu de París, con gravísimos incidentes de fondo racial. Ocurrió en Barcelona, donde los nuevos anarquistas llegaron a sembrar el terror. Y acaba de ocurrir en Madrid, en la barriada multicultural de Lavapiés y donde la muerte por infarto en la calle de un senegalés que vivía del top manta provocó una revuelta como hacía tiempo no se vivía en la ciudad.

Todos ustedes han visto las imágenes en televisión: una lluvia de sillas metálicas y adoquines caían sobre los antidisturbios. El cónsul de Senegal tuvo que refugiarse en un bar. Algunas calles vivieron escenas de pánico, con contenedores, mobiliario, vehículos incendiados y gritos de «policía asesina». ¿Había un motivo serio para incidentes de esa dimensión? No: ya dije que, según los informes, ha sido una muerte natural. La única intervención de la policía urbana ha sido para ayudar sin éxito al moribundo. Pero ocurrió lo que empieza a ser habitual: las redes sociales se pusieron a funcionar. La falsa noticia que se extendió como la pólvora es que los guardias le persiguieron desde la Puerta del Sol hasta que le estalló el corazón. El incendio ya tenía la cerilla y gasolina.

Pero eso no es lo peor. Lo peor fue la intervención de los políticos, en este caso de Ahora Madrid o de Podemos. «Un fracaso como democracia», dijo el senador Ramón Espinar en la máxima policitación del suceso. Un concejal de Manuela Carmena agrandó todavía más el percance al denunciar que el difunto había sido «víctima del capitalismo y de un Estado que no reconoce a las personas sin papeles». Y cerró el cuadro otro político de Podemos con esta fábula tuitera: «Repulsivo que el PP trate de hacer caja». Y todo, porque un pobre hombre sufrió un infarto. Si realmente fuese víctima de la policía, ¿qué se estaría diciendo? ¿Asaltarían el ministerio del Interior o La Moncloa?

Como dijo Begoña Villacís, la criminalización se extiende rápidamente. No hace falta la injerencia rusa para provocar la agitación. Basta una disculpa, una fake new, la existencia de quien la quiera extender, la presencia de políticos exaltados y sin la menor documentación. Lo de Lavapiés ha sido una seria lección y un aviso de futuro cuando se mezclan sentimientos raciales y malestar social. Quizá todo sea inevitable. Lo que no resulta tolerable es que personas con responsabilidad política se conviertan en impulsores de cualquier oportunidad de rebelión.