Viudas y demócratas

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

MARCOS MÍGUEZ

16 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Carmen Rodal perdió a su compañero cuando aún tenían mucha tarea por compartir. Hoy es abuela y lidera una organización con un nombre precioso: Viudas Demócratas. Desde su creación, hace más de una década en Vigo, estas mujeres valientes han ido tejiendo una red con compañeras de otras partes de España que tiene interlocución directa con los grupos parlamentarios para hablar de las pensiones y de reactivar el Pacto de Toledo.

Cuando nos encontramos por el barrio que compartimos, paramos a tomar un café y a hablar de política. Tiene muy claro que quien no llora no mama, incluso en las edades en las que tocaría descansar o disfrutar de lo que no pudieron hacer antes. Su generación sabe, en carne propia, que las pensiones han sido el sostén de la crisis económica y han dado cobertura a innumerables jóvenes sin trabajo en un mercado laboral inestable, surfeando los supermercados de lo cotidiano donde no han parado de crecer los precios de los bienes y de menguar la calidad de los servicios públicos.

Son la cara visible de lo que está pasando en las calles, porque primero está pasando casa a casa, en las vidas de la generación que nació en la posguerra, que se crio sabiendo que un abrigo tenía que comprarse grande para que durase varios años, que como mucho pudieron estudiar primaria, o con suerte, bachillerato, y que se dejaron las uñas para que sus familias vivieran en un país mejor. También son los hombres y mujeres que más disfrutaron con el voto en la mano cuando aquí se pudo volver a votar, y nunca dejaron de hacerlo.

Por lo que se ve, tampoco piensan dejar de ir a las urnas en las próximas convocatorias electorales porque conocen la fuerza de las papeletas que se depositan en ellas y están hartos de hacer de guardería, geriátrico, comedor social y paganini de las horas bajas de una economía que nos decían en recesión y que esta sociedad soportó sin romperse porque los mayores aguantaron el tirón y se volvieron a sacrificar.

Con este panorama, no veo mucha disposición a contentarse con el caramelo de una subida puntual para las pensiones de viudedad, deber legal pendiente desde 2011 cuando el PP lo aplazó en su primer presupuesto y tuvieron que pasar siete años y un serio aviso de movilizaciones, para que el presidente del Gobierno lo retomase anteayer en su discurso. Yo no estoy viuda, ni falta que hace, pero tengo la misma preocupación que Mary Carmen por mi pensión y por la de quienes vienen detrás. Por eso me sumo a su exigencia y me acuerdo mucho del padre de un buen hijo, que además es nuestro presidente, a quien tiene bajo su techo y cuidado para que no le falte de nada. Y bien que me alegro, pero también querría que él se acordase de mi señor padre que a sus muchos años tiene miedo de que su hija no pueda cuidarle. Y tampoco hay derecho.