Concepción Arenal en la plaza de Mazarelos

OPINIÓN

08 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Estoy convencido de que, si se definen racionalmente, tanto las políticas de igualdad de género como las discriminaciones positivas que implican, son necesarias, justas y socialmente rentables. Por eso asumo la huelga de hoy sin reparos, y, si a la hora en que usted me lee me encuentro impartiendo mis clases, solo es porque, tras haber preguntado a los alumnos, supe que el éxito consiste en que los chicos asistan a clase y las chicas no. Dicho lo cual, también quiero hacer algunas consideraciones útiles para un movimiento al que todavía le queda un largo recorrido. Si el feminismo no es una batalla contra los hombres -como yo creo, y como todas las organizaciones y dirigentes feministas nos dicen a diario-, no fue una buena idea ocultar la estatua de Montero Ríos -el hijo de una lavandera que, sin más ayuda que su esfuerzo y su prodigiosa inteligencia, llegó a presidente del Gobierno, introdujo importantes avances jurídicos y políticos en España, y se convirtió en uno de los grandes benefactores de Santiago- para visualizar en su pedestal de la plaza de Mazarelos a Concepción Arenal. Ya sé que es una anécdota provocadora, para hacer una propaganda efectiva del Día da Muller y de la novedosa huelga que este año la caracteriza. Pero dicha anécdota, analizada como símbolo, es un grave error. Lo es porque, con el mismo trabajo y el mismo coste, pudo generarse un monumento simbólico a Concepción Arenal en cualquier otra plaza disponible -la Roja, la de Galicia, la de Vigo-, sin contraponerlo al muy merecido y precioso monumento que esculpió Benlliure para don Eugenio.

También lo es porque Santiago no se prodigó en monumentos a algunos de sus grandes personajes -como los arzobispos Gelmírez, Rajoy y Monroy-, o a sus grandes y excelsos mentores -como Dante Alighieri-, que, por más hombres que fueron, no tuvieron mejor memoria que Concepción Arenal. Y porque si las hermanas Maruxa y Coralia Fandiño -Las Dos en Punto- tienen en la alameda la estatua que Concepción Arenal no obtuvo -la más visitada y fotografiada de nuestra monumental ciudad-, cabe concluir que ciertas carencias no son cuestión de género, sino de criterio, y que la honra de darle nombre o forma a las estatuas, medallas, calles y plazas de Santiago no se decide por el currículo, sino por la inescrutable casualidad que inspira los homenajes que rinde la capital a tantas personas que casi nadie conoce y cuyas hazañas pueden escribirse, todas juntas, en la parte engomada de un sello de correos.

Por eso lamento tener que criticar en este día que el acto de cambiar a Montero Ríos por Concepción Arenal, en vez de añadir otra estatua, no es justo, no es feminismo inteligente, y no envía un mensaje adecuado para un día que necesita buen hacer y mejor proceder.

Y estoy seguro que a Concepción Arenal, si pudiese verse tapando a Montero Ríos, se le caería el alma a los pies.