De safari a Portugal

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

18 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Una madrugada apacible a orillas del Douro, justo en los años en los que se hace de día sin anestesia, un portugués de libro escrutó la oscuridad que avanzaba sobre el río frente a Gaia y sentenció: «Foda-se pa, todo acontece». Era un compañero ocasional, lo suficiente para convertir la noche en una velada a tumba abierta. El hombre desenfundó su veredicto con la languidez justa para que los testigos convirtiéramos su dictamen en un tópico. Resolvimos que no se podía ser más portugués y encontramos en aquella frase la náusea pesimista del fado más triste. Aquellos días, los gallegos todavía cruzábamos la frontera hacia el sur empachados con la vanidad hortera de quien se cree más rico. Manejábamos la convicción de que los portugueses vivían atrasados y que su territorio era una reserva que explorábamos como si fuéramos de safari, un parque jurásico para viajar a un pasado miserable que nosotros ya habíamos superado. Nos venía de pinga para amortiguar complejos jalear sus exotismos: las toallas, el frango, el bacallao, no saben conducir, petan los sábados el Corte Inglés, contrata a uno si le quieres partir la crisma a alguien... Una perturbación la nuestra que nos impidió ver la revolución del Sa Carneiro, la alianza atlántica lusa y su conexión con Inglaterra, su relación con las ex colonias y su diversidad, su manejo de idiomas, su gestión del paisaje, su vibrante escena musical y artística y una notable evidencia cosmopolita. Hoy Portugal tramita una realidad compleja con la firmeza eficaz de quien parece tener un plan y la dignidad de los buenos equipos. La frase de aquel camarada nocturno suena más a convicción que a derrota. Y a este lado, la realidad tiene una complexión mucho más perturbadora. Quizás el parque jurásico estaba aquí.