El buen periodismo no solo cuenta la verdad sino que también debe resultar insumiso y didáctico. La Voz estos días analiza con su habitual rigor un asunto que ha calificado como «el mayor problema de Galicia»: la demografía. Las autoridades están en ello, pero ese «ello» se concreta en disposiciones insuficientes y demoradas en exceso. No obstante, me permito escribir al respecto sin incidir en lo que podemos leer (datos, análisis comparados, opiniones cualificadas, etcétera) sino fundamentado en la experiencia personal: lo que vivimos y sentimos, también lo que escuchamos.
La gente no tiene hijos porque la cosa no está bien, te dicen. Y quizá esa sea la opinión generalizada. Pero no creo que sea la cuestión económica el fundamento de la merma demográfica, muy notable en nuestro país, cada vez más envejecido. Hay un fondo ético que ha mudado en los últimos años. Los niños, para algunos, ya no son «la alegría de la casa» sino un inconveniente que amenaza el propio bienestar. Cuánto se equivocan los que así piensan. Nada, disculpen la particularidad, ha sido más grato en mi vida que ser padre. Y en el hecho de esforzarme por querer ser un «buen padre», seguramente, gasto mis energías. También creo que soy mejor persona de lo que era. Porque el mundo no se agota en mí mismo. Se proyecta y expande. Esa es la gran aventura de la vida: la paternidad (no me traten de machista por no escribir «maternidad», aunque «algunos y algunas» lo estarán pensando).
Conceptos que tan a menudo manejamos como «solidaridad», se quedan vacíos cuando observamos el yermo panorama. Muchos, de derechas o izquierdas, que no se sacan de la boca esa palabra, dejan de ser solidarios: no tienen hijos porque así viven más cómodos. Otros no los tienen, los menos, para dedicarse con más vigor a sus semejantes. Pero estos son minoría y, encima, están mal vistos desde el orbe de lo políticamente correcto. Quizá la historia de las mentalidades un día nos hable de esta sociedad hedonista, egoísta e infracomunicada (aunque parezca lo contrario) que hemos construido. Porque nuestros mayores problemas no son el paro, ni la economía, ni la inseguridad. Son la demografía, y probablemente, la ética.