Puigdemont es humano

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

02 feb 2018 . Actualizado a las 07:01 h.

La revelación nos llena de felicidad. Y nos hace ver que hasta seres que creíamos supremos están hechos de la misma pasta que estamos los demás; es decir de carne y hueso. Tienen las mismas dudas y las mismas debilidades que cualquiera de nosotros y por si todo esto fuera poco, no les importa reconocerlo en público, en un acto de humildad propio de un humano.

De la confesión íntima de Carles Puigdemont a su también huido aliado Toni Comín, a través del WhatsApp, para que la cosa no saliese de Euroasia; y la comunicación a la comunidad independentista catalana y al resto del mundo mundial, teniendo como intermediaria estelar para la ocasión a Ana Rosa Quintana, se destacó eso de que «esto se ha terminado», «los nuestros nos han sacrificado», «esto ahora ha caducado y me tocará dedicar mi vida a la defensa propia» o «el plan de la Moncloa triunfa»; que todo junto resulta menos novedoso incluso que eso otro de que «soy periodista», que sí que es un descubrimiento mayúsculo, porque en este país creíamos que era un enviado divino para salvar a los catalanes del saqueo y raterismo a los que los sometemos los demás españoles, y no un simple plumilla que se pasa el día dándole a la tecla.

Pero todas esas confesiones carecen de interés frente a la gran revelación efectuada por el expresident. «Soy humano», admite Puchi en un gesto que le honra. Y aún más, llega a reconocer que «hay momentos en los que yo también dudo». Pobre hombre, humano y además lleno de dudas. O lo que es lo mismo, un señor como cualquiera de nosotros que duerme mal, desayuna, se ducha y hace pipí, algo que los seres superiores no tienen necesidad de hacer.

Porque vista la trayectoria del fugitivo, que según la revista Time es uno de los fugados más ilustres del planeta en estos momentos, junto a un golpista y al promotor de una masacre horrible, nada sorprende. Pues vista su trayectoria digo, nunca pudimos imaginarnos que alguien tan humano como usted y como yo fuese capaz de lograr lo que logró. Tener en vilo a todo un país y a un continente, convertir en revolucionarios a los miembros de la acomodada burguesía y a los señoritos catalanes, huir en el maletero de un coche, situarse por encima de sus propias leyes, resucitar el franquismo, engatusar a millones de ciudadanos y tener presencia telemática que es lo mismo que tenerla celestial. Un prodigio de la naturaleza que ahora resulta que es humano. Terrenal y mortal.

Por eso celebramos ahora con notable alborozo la íntima y sincera confesión del huido. Nos llena de satisfacción y orgullo, que se dice año tras año en el mensaje de Nochebuena, y también de felicidad, saber que Puigdemont es muy normalito, como cualquiera de los que le pagamos sus vacaciones belgas. Es humano. Un hombre de carne y hueso. Y ya se sabe que «nada es tan miserable y tan soberbio como el hombre». Lo dejó escrito Plinio hace ya unos cuantos años en su Historia naturalis.