Cincuenta años de la foto que cambió una guerra

Vítor Mejuto
Vítor Mejuto EL TOMAVISTAS

OPINIÓN

30 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia de la fotografía de prensa se construye sobre un buen montón de fotos incómodas. Cuanto más incómoda es la foto más debate suscita hasta que, con el paso de los años, el papel de prensa se funde en una misteriosa ósmosis con la historia y la foto adquiere carácter de documento. Nadie la discute porque ya forma parte de todos.

A veces me pregunto si una foto como la de la ejecución en plena calle del guerrillero del Vietcong, Nguyen van Lem, que el gran fotorreportero de guerra Eddie Adams tomó hace cincuenta años, hoy sería posible. La foto se convirtió en un icono de la guerra del Vietnam. No solo eso, cambió la percepción que la gente tenía del conflicto. La crudeza no sabe de matices, y muchos norteamericanos se desayunaron con ella.

Pero los límites son ahora mucho más difusos y las razones éticas atenazan la mirada. El propio Adams admitía que la foto solo mostraba «una verdad a medias». No contaba las motivaciones que movían al general a apretar el gatillo. Pero esa no era una responsabilidad que Adams tuviera que asumir. Adams solo tenía que contar lo que ocurría ante sus ojos. Y eso nunca es toda la verdad.

El fotógrafo que se enfrenta a situaciones límite se enfrenta también a una inquietante paradoja. Está delante de una tragedia pero detrás de una cámara. Siente que tiene ante él una gran foto y le invade una especie de embriagadora euforia. Es testigo del sufrimiento pero está contento por tener la imagen que mejor lo cuenta. Su triunfo se construye sobre la derrota de otros. En esa situación es difícil pensar con claridad y lo mejor es apretar el disparador. Y pensar después.

No solo se editan las fotos, también se editan los sentimientos. Todos los fotógrafos tienen imágenes que no han positivado. Fotos que no se han permitido publicar. Cosas que han visto y que guardan. Y esas se graban para siempre en la memoria.

Aún así la fotos seguirán siendo incómodas y seguirán sacudiendo los confortables sillones de nuestro bienestar. Mientras haya fotógrafos de prensa en las calles.