Menos mal que nos queda Portugal

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

GUSTAVO RIVAS

26 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Si cualquiera de los que habitualmente circulamos por las aceras y no lo hacemos en coche oficial, tuviéramos responsabilidades políticas nos plantearíamos volver a salir a la calle, afectados como estaríamos por un ataque agudo de vergüenza. Porque después de leer los informes que este periódico realizó en los últimos días sobre la situación económica y social de nuestros vecinos portugueses, solo desde la soberbia y la ignorancia se entiende que nadie haya dimitido ya o, al menos, pedido perdón, que es lo mínimo que les debemos de exigir a quienes son nuestros empleados. No hay que tener una gran memoria para recordar aquello que nos decían desde las tribunas políticas de que, tan pronto entrase en vigor el euro, Galicia iba a comprar prácticamente todo Portugal. Nuestra situación de privilegio frente al país, que atravesaba difíciles momentos, hizo que quienes querían situarse en las instituciones ofrecieran lo imposible. Porque no solo no compramos Portugal, sino que tras superar el rescate, se nos presenta como un lugar atractivo para invertir y, lo que debe de dolernos, más de medio millar de empresas gallegas se han ido a fabricar a aquellos lares porque a decir de sus responsables, se les ofrecen más beneficios y oportunidades que aquí y porque la política económica progresista que se ha realizado favorece el crecimiento y, consiguientemente, el negocio. No vamos a negar la existencia de problemas serios como la despoblación del rural, la desigualdad, la deuda o la emigración. Pero, curiosamente, son los mismos que padecemos a este lado de la raia y sin tener por delante un panorama tan esperanzador como el que allí viven. Cada una de las páginas publicadas en los últimos días por este periódico es un aldabonazo a la incompetencia de nuestra clase política. Porque cada página es un reproche en toda regla a lo que se puede hacer y no se hace. A lo que son capaces de hacer a solo unos cientos de kilómetros aquellos que nos íbamos a merendar en un pispás. No hay justificación posible para tal despropósito. Aunque cualquier día lo mismo nos cuentan que aquí las empresas también huyen por el procés catalán.