Las «fake news» en la sociedad

Fernando González Laxe
Fernando González Laxe LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

Regis Duvignau | Reuters

11 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La mentira no deja de ser un instrumento utilizado por la humanidad a lo largo de toda su existencia, pues está reflejada tanto en la Biblia como en la mayoría de las novelas. La progresiva generalización de Internet hace que las barreras de entrada para la creación de un medio de comunicación, capaz de comunicar con los ciudadanos, se reduzcan hasta casi cero. Estamos expuestos a una multiplicación exponencial de noticias. Por tanto, se facilita una relación directa entre la verdad y la mentira a través de la acción desarrollada por un medio de comunicación o por un político, por citar dos ejemplos. Otra cosa, es si el uso de las noticias falsas (fake news), llegan a tergiversar completamente la verdad o si su capacidad de adulteración, coacción o torcimiento de los hechos, contribuyen a modificar sustancialmente los propios sucesos o teorías.

Los últimos años han sido sintomáticos en el uso del ejercicio de mentir. Nunca, ni políticos, ni empresarios, ni científicos, por citar tres colectivos relevantes dentro de la sociedad, se habían atrevido a llegar tan lejos. Se han advertido mentiras tanto en la interpretación de la historia de un país como de sociedades enteras, ya sean grandes o pequeñas. Se ha faltado a la verdad en lo tocante a las medidas correctoras y efectos económicos aplicados en la última recesión. Se han comentado falsamente los efectos sobre las garantías de los derechos o defensa de nuestras libertades en algunos países aceptados como demócratas, por citar ejemplos que todos sabemos. Sobresalen, entonces, dos preguntas: ¿Estamos ante una mentira organizada? ¿Sabemos quiénes desarrollan e impulsan esta dinámica de mentiras consecutivas? La primera de las cuestiones creo que tiene respuesta conocida. La mentira organizada disfruta y está amparada por alguien que dispone de un poder que la está cubriendo y, al mismo tiempo, afianzando. Con ello, no quiero decir que sea fácil su descubrimiento, pero siempre deja alguna que otra huella para su búsqueda y, posteriormente, lograr su derrumbamiento. En este supuesto, estamos convencidos que, al final, la verdad se debe imponer sobre la mentira, aunque cueste y no sea fácil derribar aquellos poderes que actualmente la sustentan.

Contestar a la segunda pregunta resulta más difícil. Entramos en el campo de la presunción. Quien desarrolla la mentira, el bulo y las dudas conoce los motores de la propagación, de la difusión y de su incardinación en grupos y partidos políticos; en organizaciones económicas y sociales; o en campos de investigación y empresas. Lo hace para difamar; para sustituir explicaciones y efectos; para irradiar conflictos, de manera premeditada. Están protegidos bajo el ropaje de las bondades de los estados democráticos, y, en consecuencia, resulta más complejo luchar contra ellos.