Flojera democrática

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

05 ene 2018 . Actualizado a las 08:22 h.

No es una sensación repentina y pasajera. No. La realidad es que la democracia se debilita y disminuye entre nosotros y en el espacio europeo comunitario. El auge de los populismos de izquierdas y de derechas está sometiendo a un enorme estrés a la democracia que compartimos y que tan mal defendemos. Porque el verdadero problema es que casi todos estamos olvidando de dónde venimos y lo difícil que fue la recuperación y adaptación de la democracia. Rodeados de extremistas por uno y otro lado, no acertamos a trazar y defender un discurso en el que la democracia recupere el brillo y el atractivo de sus valores como lo que es: una forma de organización social que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la ciudadanía, la cual es consultada regularmente para formar un Gobierno. ¿Qué nos causa alarma ahora? Sin duda, el auge del populismo de extrema derecha y sus impulsos ultraconservadores, en Francia, en Alemania y en Estados Unidos, y el crecimiento del populismo de extrema izquierda en otros países europeos y americanos. Hasta el punto de que en nuestra sociedad ya no falta quien vea como un mal menor algunos modelos ajenos que ningún verdadero demócrata podría acreditar como democráticos, porque en realidad solo son dictaduras con apaños electorales.

Creo que ha llegado la hora de impulsar un nuevo renacimiento de los ideales democráticos, que nos permita identificar los riesgos que corremos y los remedios al alcance. Porque sigue siendo cierta la frase de Churchill de que «la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás». Los mecanismos para su recuperación, una vez perdida, serían simplemente muy difíciles de aunar y muy costosos en términos sociales. La Unión Europea debe concentrar sus mejores energías en su propia salvaguarda, para no verse en la necesidad de recorrer de nuevo un camino penoso, plagado de dificultades. Detectados los riesgos, la UE no debe dar ningún mal paso. Pero, para no darlo, no debe ponerse ninguna venda en los ojos. Y menos en estos tiempos.