El Estado no fracasó en Cataluña

OPINIÓN

FELIPE TRUEBA | EFE

28 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

No sé si el Estado fracasó en Extremadura y Galicia. Y sé, seguro, que fracasó en Andalucía, que, habiendo disfrutado de tres siglos prodigiosos, entre el XV y el XVIII, acabó empobrecida por el cambio geoestratégico de los borbones. Donde es evidente que el Estado no fracasó, sino todo lo contrario, es en Cataluña, Euskadi y Madrid, que, habiendo sido seculares medianías, fueron lanzadas al estrellato ibérico en el período comprendido entre la Constitución de Cádiz y la Transición, y al estrellato europeo -riqueza, cultura, glamur y postureo- desde 1978 hasta hoy.

Que estén conformes con lo que son, o que los humos se les hayan subido a la cabeza, es harina de otro costal. Y contarle a todo el país que nuestro fracaso se produjo donde acertamos y que nuestro orgullo se asienta en los fracasos es una broma macabra, o un sarcasmo de la historiografía acomplejada, que bordea la estupidez. La España de hoy, sin embargo, instalada en todo tipo de posverdades, está convencida de que los más débiles y empobrecidos hemos abusado sádicamente de los más opulentos y poderosos, y que por eso nos merecemos -los pobres- la envidia y el recelo que los ricos nos tienen.

Para mejor entender lo que pasa, vamos a suponer que es cierto lo falso, y que todos los males de la Península proceden de un Estado atolondrado y anémico. Porque, si este es el caso, estamos conviviendo con una opinión pública que asume -con muy malos propósitos- que los fallos del Estado y los fallos de Mariano Rajoy son exactamente lo mismo, y que todo ello se podría resolver con un relevo de inquilino en la Moncloa. Así razonan, si se fijan, la mayoría de los comentaristas, que nunca quieren entender -porque eso sería autocrítica- que si el Estado lo hizo mal, todos -incluidos los vascos, catalanes y madrileños- lo hicimos también muy mal, y durante mucho tiempo.

De entre los treinta y los trescientos años que, según los diferentes criterios, tiene «el problema catalán», solo tres tienen que ver con Mariano Rajoy. Si es cierto que España nunca dio con la tecla territorial, ya ven ustedes como afinaron y qué herencia nos dejaron nuestros antepasados, incluyendo en ellos a los Pi i Margall, Arana, Azaña, Ortega y Companys -a los que tanto citamos-, y a Pujol, González, Aznar y Rodríguez Zapatero, que tuvieron su momento y tampoco lo aprovecharon. Si tenemos una historia errada y acomplejada, miren ustedes hacia quien la escribe. Si tenemos una opinión pública desorientada e ignorante, pregúntense quién y para qué la trabaja. Y si tenemos la peor clase política de Eurasia -como ahora se dice-, pregúntense quién la votó, y cuándo hemos castigado, siquiera por casualidad, la falta de ideas y el mal gobierno.

Puede que la culpa de lo que pasa en Cataluña, Murcia o Asturias sea del Estado. Pero, en ese caso, quedaría Rajoy muy aliviado, al ver a cuarenta millones de ciudadanos -que somos el Estado- golpeándose el pecho con el corazón contrito.