Delirio y negociación

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

OPINIÓN

22 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de cinco años de escapada y tres meses de delirio político, el resultado electoral que han deparado las urnas el 21D tiene algo de sorprendente. Y es que, visto con criterios de una mínima racionalidad, no es fácil entender un desenlace que premia unos comportamientos políticos -los del sector independentista- no solo abiertamente ilegales, sino en gran medida absurdos. Y no solo desde el punto de vista del resto de los mortales (que ha visto en ellos una de las muestras más claras de aventurerismo y negación del principio de realidad en la política de las últimas décadas), sino para sus propios partidarios: una república que se proclama… y nadie sabe si se ha proclamado o no. Y sin embargo, los dos millones de votos siguen estando ahí, sin que el por algunos anunciado efecto de decepción se haya concretado.

Las consecuencias objetivas del procés están a la vista de todos. Centrándonos en la economía, ningún país puede seguir como si tal cosa tras la salida de más de tres mil empresas, la huida del ahorro y una fuerte reducción de la inversión extranjera. Para una economía moderna e internacionalizada nada hay peor que la pérdida de confianza y verse sumida en la incertidumbre. Por eso cabe esperar que, al confirmarse el escenario de anormalidad, los malos datos no tarden en regresar, comenzando por la marcha de empresas. Y es imposible que ello no afecte a la marcha del conjunto de la economía española.

Cataluña se reafirma en un escenario de anormalidad, y ello seguirá pesando como un fardo sobre la política española. Pero es verdad que los separatistas parecen haber entendido que no pueden retornar sin más a una vía unilateral. Probablemente, en los próximos meses, más que de una nueva declaración unilateral de independencia oigamos insistir en «un referendo pactado», en que se sustancie el reconocimiento de un divisivo y un tanto tramposo «derecho a decidir». Por eso, las fuerzas políticas estatales están obligadas a concretar una oferta en la que se incluya un renovado contrato territorial: una reforma de la Constitución capaz de reunir el apoyo de una clara mayoría de ciudadanos catalanes y del conjunto de los españoles. Puede parecer que no es este el mejor momento para llevarlo a efecto con el necesario sosiego y deliberación, pero como muestran propuestas tan bien fundamentadas como la encabezada por el profesor Muñoz Machado, el federalismo debiera tener precisamente ahora su oportunidad.