El atenuante ideológico

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

16 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Soy profano en asuntos jurídicos. En realidad lo soy de casi todo, un ignorante aunque curioso espectador al que tienta la política como estímulo y, fundamentalmente, la literatura como arte mayor. Hubo un tiempo en que pensé que algo sabía de este último asunto. Me equivoqué. Yo, que pensaba que la literatura concebida como arte aún tenía hueco en el mundo, vi que ni el arte ni la literatura interesan demasiado. Es la estupidez quien ha ganado todas las batallas, me digo en los días más desesperanzados; otros, sin embargo, me levanto como Ulises dispuesto a vencer todas las dificultades para regresar a Ítaca. Y soñar.

Hoy no lo he hecho y lo dejaré para mejor ocasión. Los sueños se me han roto escuchando y leyendo. Han asesinado a un hombre por pensar distinto. Llevaba unos tirantes con la bandera de España y eso incita al odio, parece ser. El auto por el que la juez Natividad Rapun envió a prisión a Rodrigo Lanza, presunto autor de la muerte de Víctor Láinez, relata que el agresor se ensañó con la víctima pateándole la cara una vez que ya estaba caída en el suelo moribunda. En el auto, la jueza subraya que los informes médicos descartan que la víctima tuviera ocasión de defenderse. El antisistema, de origen chileno y familia acomodada, alegó que le había amenazado con un arma blanca que a día de hoy aún no ha aparecido. Hasta ahí la narración de los hechos. Ahora viene mi reflexión, que recae sobre el asunto que me carcome estos días de diciembre: el odio. Ha sido él quién estaba detrás de la brutalidad con que Rodrigo Lanza asaltó a Víctor Laínez. Es el odio al que el mismo presunto autor de los hechos denomina venganza. Eso dijo en el documental que se había grabado tras su paso por prisión: no quería justicia, sino venganza. Salió en diciembre del 2012. Había sido condenado como principal responsable de la invalidez de un agente de la Guardia Urbana: tetrapléjico a causa de una pedrada. El título de la película es Ciutat morta. Después de su visionado, uno se convence de que la acusación de Lanza fue un montaje, que la libertad está amenazada y que nuestro estado de derecho es en realidad una farsa. También algunos concluyen, tras Ciutat morta, que los antisistema son gentes espléndidas que sufren a menudo los efectos del totalitarismo, que la Justicia no es justa y, sobre todas las cosas, que no están solos. Quizá por ello recibieron el premio Ciutat de Barcelona. En el acto de entrega, los autores del documental evitaron darle la mano al alcalde Xavier Trías. Los de Podemos, con Ada Colau a la cabeza, saludaron con efusividad el éxito del documental. Eran de los suyos. Colau sustituyó a Trías en la alcaldía.

Saludé las concentraciones de la Puerta del Sol, donde nació Podemos, con alborozo. Parecía un tiempo de cambio e ilusión, con las tiendas y los discursos de entonces plenos de sueños. Hasta que el odio ganó la partida. El odio que estos días cabalga por España, desbocado. Para muchos, la ideología es circunstancia eximente si te maltratan (insultos, vejaciones). O si te matan, como le pasó a Víctor Laínez. Era un fascista: ¡llevaba la bandera de su país en los tirantes!