La hora de la audacia

Ferrán Pedret i Santos DESDE CATALUÑA

OPINIÓN

12 dic 2017 . Actualizado a las 08:23 h.

El consenso democrático en Cataluña está roto. Una parte significativa de la ciudadanía no concede que las instituciones que dimanan de la Constitución y del Estatuto de Autonomía sean legítimas y representativas. A su vez, otra parte, también significativa, no le concede legitimidad a la declaración unilateral de independencia ni consideraría legítimas o representativas las instituciones que se pretendiera desarrollar en base a ella. Tenemos, pues, sentadas las bases de un conflicto político y social de muy difícil resolución, del que se ha estado advirtiendo insistentemente y que ha llegado pese a los esfuerzos que algunos actores políticos y sociales han realizado para tratar de evitarlo.

No se trata de pretender un falso consenso, de evitar disensos en cuestiones trascendentes, pues el disenso es motor y fruto de la vida en sociedad. Tampoco se trata de pretender una sociedad sin conflicto, lo que solo se me antoja como una distopía. Se trata, tan solo, de reconstruir un marco compartido en el que asumamos colectivamente cómo abordar nuestros disensos y cómo resolver nuestros conflictos.

Si algo ha quedado acreditado en los últimos meses en Cataluña es que no existe tal cosa como un escenario en el que, cuanto peor, mejor. Cuanto peor, peor. Sin ningún género de duda.

Así pues, ante las elecciones al Parlamento de Cataluña del próximo 21 de diciembre, la elección fundamental que tiene ante sí la ciudadanía catalana es si opta por profundizar en esa división o bien trata de reparar los consensos básicos necesarios para el funcionamiento de una sociedad democrática.

A lo primero nos veríamos empujados, muy probablemente, tanto si se produce una reedición de la mayoría parlamentaria independentista como si, aunque parezca menos probable que suceda, triunfaran opciones que parecen más interesadas en invertir los roles en el conflicto actual que en disolver las causas que lo alimentan.

Lo segundo requiere, en nuestro contexto de flamear de banderas y de retórica acerada, de una mayor audacia y valentía. Será esta una apuesta para salir del marasmo actual, del empate de impotencias en el que nos ha sumido el inmovilismo y el unilateralismo, del bloqueo institucional y de la dinámica de bloques. Será esta toda una impugnación del binarismo, de la falsa dicotomía a la que nos quieren reducir: o conmigo o contra mí, o statu quo o secesión. Será este un esfuerzo por evitar una Cataluña de vencedores y vencidos. Será esta una exigencia autoimpuesta de explorar proyectos políticos colectivos que, lejos de dividirnos, sean capaces de aglutinar a su alrededor amplias mayorías. Será sin la épica del revolucionario o del resistente.

Pero será solo si asumimos, los suficientes de entre nosotros, que es necesario abrir un tiempo nuevo, en Cataluña y en el conjunto de España, que lo es el iniciar un diálogo sin vetos ni exclusiones, y desbrozar el camino de reproches y rencores. Será una tarea ingente, ardua, pero es necesario llevarla a cabo.

Ahí, en ese diálogo, a la ciudadanía catalana y al conjunto de la ciudadanía española, los socialistas les proponemos construir en común una nueva Constitución federal, en la que se profundice en el carácter democrático del Estado, se garantice su carácter social y se articule su pluralidad.