10 de diciembre de 1948

OPINIÓN

12 dic 2017 . Actualizado a las 08:23 h.

Todos llevamos dentro de nuestro ser un Gandhi y un Hitler o un Stalin en potencia. Llevo repitiéndolo desde hace muchos años. Es un dato objetivo. No me pregunten el porqué. No lo sé, pero tampoco me preocupa, sería especular y eso cada vez me gusta menos. Lo que sí me interesa es ver cómo podemos hacer para privilegiar al primero en detrimento de los segundos. Textos como la Declaración de Derechos Humanos, promulgada por Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 son pasos importantes, pero carentes de sentido si no los hacemos nuestros y nos comprometemos con ellos. Ese es el problema de las palabras, que con ser necesarias resultan insuficientes.

Me gustaría escribir lo contrario, pero lo cierto es que no vivimos tiempos propicios para la ilusión y el optimismo. ¡A pesar de lo que diga el anuncio televisivo de la lotería de Navidad! Estamos equivocando el tiro: nos concentramos en el placer material, olvidando que también hay un bienestar espiritual. El ser humano necesita -para lograr ser feliz- silencio interior, atención profunda y control de impulsos. Solo desde ahí es posible construir una vida en armonía consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Alguna vez, personas que comparten conmigo esta preocupación desde cosmovisiones bien diferentes a la mía, me preguntan cómo hacer para que nos escuchen más... Solo sé que debemos seguir intentándolo. Y que junto con el discurso de los derechos humanos hemos de recuperar el de los deberes, tan humanos como los otros.