La voz de los olvidados

Aurora Grandal FIRMA INVITADA

OPINIÓN

11 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace unos días se dio a conocer en este periódico el hallazgo de una tumba medieval en el castro de San Lourenzo (A Pobra do Brollón) que todavía conserva restos esqueléticos de su ocupante, y cómo fueron recuperados para su estudio antropológico. Y un columnista habitual de este periódico, a quien suelo leer con agrado, se preguntaba con qué derecho o fin se exhuman los restos de un cristiano, sugiriendo que se estudien mejor los esqueletos de grandes personajes. Es necesario aclarar que es precisamente el hecho de que con más frecuencia se conozcan datos de estos grandes personajes (reyes, altos eclesiásticos, nobles) lo que hace más interesante el estudio de nuestros antepasados más humildes. Cómo vivían los campesinos medievales gallegos: de qué se alimentaban, qué enfermedades padecieron, de qué murieron. Lo que nunca sale en las crónicas.

Estudiar estos huesos es dar la voz a los más relegados, a los más olvidados. Quizá esta faceta es la que se le escapa al columnista. Para nosotros, desvelar estos datos no es un derecho de las gentes actuales sino precisamente de aquellos antepasados de los que nadie se acuerda y nadie sabe nada. Su último testimonio. Sin embargo, si la pertinencia de este estudio puede ser un tema opinable, no lo es el acusar a los investigadores de apañar cementerios con intención de publicar artículos y obtener sexenios. Aquí nadie apaña tumbas, que quede claro. En la mayoría de los casos, los enterramientos aparecen en el curso de otros trabajos de excavación. Las exhumaciones se llevan a cabo siguiendo protocolos muy estrictos y con todo el respeto que nuestros ancestros merecen. Los estudios se llevan cientos de horas de trabajo y miles de euros. Los restos humanos se tratan con cuidado y mimo. Y al finalizar los trabajos son depositados en la institución que ordenen los responsables de Patrimonio, o son inhumados de nuevo.

No se comprende una acusación tan grave y tan infundada. Siento que desde una privilegiada posición de columnista se arroje un dardo tan injustificado sobre unos investigadores que simplemente, y lícitamente, deseamos contribuir al conocimiento de nuestro pasado, dando voz a quienes en vida no la tuvieron. A los olvidados.