La participación será clave

Ferrán Brunet DESDE CATALUÑA

OPINIÓN

Jesús Diges | EFE

06 dic 2017 . Actualizado a las 09:36 h.

Estas elecciones vienen tras los hechos de octubre. Han sido inverosímiles: el día 1 una farsa llamada referendo del; el día 3 el paro impuesto; el mismo día 3 el mensaje del Rey; aquella semana y el mes entero, la huida de depósitos bancarios y de sedes de los bancos y de 2.600 empresas que facturan el 50 % del PIB catalán; el domingo 8 la manifestación de un millón de constitucionalistas catalanes bajo el lema seny; el día 27 la declaración de independencia y la proclamación de la república catalana; el mismo día 27 la aplicación del artículo 155 de la Constitución, el cese del presidente y los consejeros de la Generalitat, la administración de esta por los ministerios y la convocatoria de elecciones para el 21 de diciembre; el domingo 29 la manifestación de otro millón largo de catalanes constitucionalistas bajo los lemas Tots som catalans y Convivència; el día 2 de noviembre la entrada en prisión de la mitad del gobierno catalán golpista, investigado por los delitos de rebelión, sedición y malversación, y la huida a Bélgica de la otra mitad. 

En octubre se ha producido el cénit del separatismo y su ocaso. Ya proclamaron la independencia y la república catalana, y naturalmente nada ocurrió. Ya realizaron su hoja de ruta, nada quedó sin ejecutarse, todo lo intentaron imponer. Todo el pescado ha sido vendido. Hoy los independentistas están sin objetivos, sin relato, sin legitimidad y sin proyecto. También están sin líderes, no tanto porque estén en prisión o huidos, sino especialmente porque, vista su total ineptitud, su enorme capacidad de mentir y su traición, crece entre sus seguidores la desidentificación y la deslegitimación. Es hora de aterrizaje, y recoger velas no es nada confortable.

En octubre hubo que aplicar el 155. Y sin embargo, por supuesto, Barcelona no se incendió ni fue quemada. Tras su golpe, los separatistas encaran la campaña bajo el imperio del Estado de derecho y de las leyes de la democracia española, y se hallan sin objetivos, sin líderes, y divididos. La pretensión máxima de cada quien es salvaguardar posiciones, eludir cualquier debate y las responsabilidades, pasar como sobre ascuas por sus graves delitos, responsabilidades, impotencia y engaños, como si no hubieran entrado en un delirio increíble, como si la fractura, el caos y la descomposición de Cataluña no se hubieran producido por su única y sola exaltación.

Hace un mes, el viento giró. Al fin se han hinchado las velas de la amplia mayoría de catalanes que quieren seguir siendo españoles. Los constitucionalistas catalanes están en auge, alegres de reconocerse, seguros de la vigencia de la democracia, también en Cataluña. La mayoría de los catalanes no vota independentista, aunque los escaños separatistas sumados a los de los anarcocomunistas les dieran mayoría en el Parlamento catalán. Esto se debe a que en las elecciones regionales los catalanes constitucionalistas participan menos que en las generales y locales. Luego, la cuestión clave del 21D es la participación de los votantes constitucionalistas. El 21D puede evitar que la grave crisis actual se eternice en forma de caos político, en honda fractura social y en recesión, quiebra y decadencia económica para toda Cataluña.