Lo que no pasará en Cataluña

Joan Botella FIRMA INVITADA

OPINIÓN

05 dic 2017 . Actualizado a las 08:26 h.

Desde hace bastantes meses, amigos y periodistas foráneos nos preguntan a sus conocidos o colegas catalanes: ¿qué va a pasar? Un economista irónico ya dijo que hacer predicciones es muy difícil, especialmente acerca del futuro. Y yo no soy quién para llevarle la contraria. Pero a las puertas de la campaña electoral del 21D sí que me atrevo a afirmar que unas cuantas cosas no se van a producir.

La primera: una revuelta antiespañola. Los partidos del frente independentista están rompiendo sus lazos de colaboración, y el lógico desarrollo de la competencia electoral les llevará a acentuar sus diferencias. La pretensión del expresidente Puigdemont de mantener la presidencia sea cual sea el resultado electoral disgusta a ERC, y divide internamente a sus bases. Del mismo modo, la propuesta de la CUP de proseguir con la implantación de la república choca, para empezar, con cualquier versión del principio de realidad. De modo que no solo el secesionismo es minoritario socialmente, sino que además se halla internamente muy dividido.

La segunda cosa que no veremos es un vuelco electoral. No diría que la probabilidad sea nula, pero es poco probable que el trío PP, Ciudadanos y PSC alcancen una victoria electoral y, aun menos, que reúnan entre los tres la mayoría absoluta de la cámara. A pesar de todo lo que ha sucedido, que es mucho y muy grave, no se ha generado un relato alternativo que constituya un horizonte de cambio tangible; habrá movilización electoral, los catalanes que se sienten sobre todo españoles irán, por fin, a votar, pero no cabe esperar una inversión dramática de los resultados.

Y la tercera cosa que no veremos es que sea fácil y rápido formar un nuevo Gobierno en la Generalitat. Todas las previsiones coinciden en un escenario en que los secesionistas reúnan algo menos de la mitad de los escaños (en torno a 65, por debajo de la cifra crítica de los 68); los constitucionalistas, en torno a los 60; y los Comunes, la coalición entre Podemos y el grupo de Ada Colau, que tenazmente rechazan ser adscritos a ninguno de los otros dos colectivos, completarían el Parlamento retrocediendo electoralmente pero con la posibilidad de decidir la inclinación del fiel de la balanza.

La división entre los secesionistas, las tensiones entre constitucionalistas (que se manejan en Cataluña con la mirada fija en Madrid) y el pánico a decidir de los Comunes garantizan que formar un gobierno va a ser muy, muy difícil. En otras palabras: el 155 y la convocatoria de elecciones han sido medidas adecuadas y pacificadoras; hoy se respira mejor en Cataluña que hace un mes. Pero el problema es profundo y doloroso, y no va a tener una solución rápida.