Uno que escribe descubrió a Los Limones tarde, o no; podría ser que fuera justo en el momento adecuado. De la misma manera llegó el Música clásica en su día, justo cuando se le necesitaba.
Los Limones saborearon el éxito compositivo y el de público, que cabe decir no siempre van de la mano. En el pop suave encuentran un colchón cómodo, y Santi Santos baila con preciosistas descripciones sobre la melodía. No son banda de solo una escucha. La primera sensación que produce El canto de la sirena, ese su himno; es más de extrañeza que de seguridad. Un cúmulo de melancolía y de peticiones al aire. Y debe ser una letra poderosa, porque no hace un mes que se lanzó al mercado una versión de bachata de la misma. Qué extraña es la música a veces.
Y sí, claro, y Ferrol. Una de las pocas gaitas gallegas que ha podido hacerse un hueco en las emisoras nacionales de signo comercial, ahora llamado mainstream. Presumir de ciudad en una canción, y que la ciudad luego presuma de ella. La victoria total del músico. La asociación al cancionero popular. Letras que se cantan sin saber su dueño. Esta sí, Los Limones.