Gran coalición a regañadientes

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

ODD ANDERSEN|TOBIAS SCHWARZ 1 afp

02 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras el fracaso de su tentativa de formar una mayoría parlamentaria con liberales y verdes, Angela Merkel ha recurrido a una vieja táctica para forzar a los socialdemócratas a unirse a ella otra vez en un gobierno de coalición: convocarles a una reunión secreta el jueves por la noche y filtrarlo. De este modo, se obliga a los reticentes socios hipotéticos a que se definan y se enfrenten a sus bases. A veces sale bien. Ayer, el líder socialdemócrata, Martin Schulz, comparecía ante los medios visiblemente irritado para enfriar la posibilidad de esa nueva gran coalición entre ellos y la CDU. No ha dado luz verde a nada, dijo, aunque concedió que estaba abierto a esa posibilidad. Quizás eso era todo lo que quería Merkel. El congreso del SPD se celebra la semana que viene, entonces se verá.

Las dos cosas se entienden bien: la desesperación de Merkel y el poco entusiasmo de los socialdemócratas. Merkel ha gastado dos meses en un intento infructuoso por formar una coalición Jamaica [llamada así porque los colores de los partidos en cuestión son los de la bandera de ese país]. Es un nombre de lugar lejano para un objetivo que al final se ha revelado inalcanzable. Por su parte, los socialdemócratas han tenido en las últimas elecciones el peor resultado desde la Segunda Guerra Mundial y se lo atribuyen a su paso por la gran coalición de Merkel. Es normal que no quieran repetir la experiencia.

Pero en Alemania se piensa que no tendrán más remedio. Con su jugada, Merkel les ha señalado como los futuros culpables si no se llega a un acuerdo y hay que volver a las urnas. Una nueva bajada en votos empezaría a suponer una seria amenaza para el futuro del SPD. De modo que Schulz contraataca con otra vieja estrategia: ganar tiempo. Ahora es su turno de presionar a Merkel para que ceda todo lo que pueda en la negociación. No hay prisa. Al fin al cabo, ya está en el poder una gran coalición, la del gobierno en funciones. Mientras tanto, se confía en que la derecha populista de la AfD se enrede en más polémicas internas. El temor a un ascenso de la AfD, por supuesto, es la razón principal de que ni Merkel ni Schulz quieran ir a otras elecciones.

El problema de la gran coalición es que puede acabar convirtiéndose en una trampa. En principio, cumple su función de mantener alejada a la extrema derecha, pero al precio de una lenta erosión de los dos principales partidos, lo que, a su vez, como en un círculo vicioso, hace la gran coalición cada vez más inevitable. Es lo que ha sucedido en Austria, donde los dos partidos equivalentes a la CDU y al SPD se han condenado desde hace once años a una convivencia forzosa para cerrar el paso a la extrema derecha. Todos saben que no es una solución a largo plazo, porque produce una sensación de bloqueo artificial que engorda lentamente a los partidos que cuestionan el sistema, pero nadie ha encontrado una solución mejor al dilema dentro de la política convencional. Por ahora, la única estrategia es esta de Merkel y Schulz: ganar tiempo.