El último salvajismo

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Jorge Parri

25 nov 2017 . Actualizado a las 09:27 h.

Sé que voy a escribir una crónica inútil. Pero necesito hacerla, porque hoy es el Día Internacional contra la Violencia de Género y me quiero sumar al clamor de todo el mundo contra esa lacra que crece como si retornásemos a tiempos salvajes y se diversifica con todas las formas posibles de agresión. El último salvajismo se produce en las relaciones hombre-mujer y hay indicios muy alarmantes. Los últimos son noticia estos días. Se descubren episodios de acosos, abusos y en todos los ámbitos de la sociedad, desde el mundo del espectáculo a la política, pasando por el escenario laboral. Se juzga a autores de violaciones múltiples y, según Javier Urra, el ataque grupal está aumentando. Y los jóvenes, tanto varones como chicas, muestran un inquietante nivel de aceptación de la violencia en la pareja. En medio de ese alarmante paisaje inhumano, los datos de asesinatos y maltratos continuados. Ayer mismo se alcanzó la cifra de 45 mujeres asesinadas en España en lo que va de año, y no importa que la víctima sea alemana: era una mujer. El número de mujeres vivas que han sufrido malos tratos continuados, vejaciones, humillaciones, amenazas o violencia psicológica se aproxima al millón y medio. ¿Nos damos cuenta de lo que es esa cifra? Es más de la mitad de la población total de Galicia. Una barbaridad. En cuanto a las víctimas mortales, me parece ilustrativa una comparación, aunque no sea políticamente correcta: los asesinatos de la banda terrorista ETA y los asesinatos de lo que se llamó «terrorismo doméstico». Desde la muerte de Franco hasta 2010 en que ETA dejó de matar, asesinó a 829 personas, según los informes del gobierno. Un espanto. 829 tragedias. 829 familias rotas. Pero la violencia machista o de género asesinó a 917 mujeres en España solo desde el año 2003 hasta el día de ayer. El machismo produjo casi cien víctimas más en 15 años que ETA en 35.

 Me parece un dato desolador, incluso sin contar los abusos o los niños huérfanos, que son las otras víctimas dolientes. Estas cifras tendrían que ser recordadas constantemente para que entre todos encontremos una solución. Habría que ponerlas en los frontispicios de los edificios oficiales para que no se retrasen más las medidas acordadas en el último pacto político, el que no quiso firmar Podemos. ¿Y me permiten que confiese un temor? Que se cumpla el maleficio de que una mujer asesinada es un drama, pero las 45 asesinadas este año o las 917 de los últimos 15 años se conviertan en una estadística, y las estadísticas son frías. Una sociedad que presume de culta, de avanzada, incluso de humanitaria, no lo puede permitir. Cuando se habla de prioridades de los poderes públicos, esta tiene categoría de principal.