La comparsa de los doctos

Xose Carlos Caneiro
xosé carlos caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

01 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras el ominoso relato de ayer, me pregunto cómo puede quedar un solo defensor de estos petrucios de la inexistente república catalana. Cuánta cobardía. Y qué fracaso el de España, que ha permitido y permite, a la vez que ha encarcelado a políticos municipales por mucho menos, que estos individuos que se burlan de la ley y de todos nosotros estén libres. Pero persisten sus apologetas. Entre ellos algunos gallegos: la cultura, nacionalista y de izquierdas. Son los mismos que si arden los montes y gobiernan sus conmilitones, culpan a una trama organizada por la derecha. Si la corrupción asola a los suyos, son casos puntuales: una excepción. Y si un vicepresidente detiene a una excursión de jubilados para brindarles un mitin electoral, es una invención de la prensa.

Pero a la mínima que se pueda abrir la boca para vulnerar el sistema son los primeros en dar la cara. O llaman «macarra» al Gobierno por no querer dialogar con los demócratas catalanes, o llaman totalitario y absolutista al Estado, o hablan del franquismo con un desparpajo que produce asombro. Son la inteligencia de nuestro país, tan entrañable. Ahora tienen en sus manos, los hombres y mujeres de la cultura, la incruenta arma de las redes sociales.

Umberto Eco, que era semiólogo y sabía de significados y significantes, habló sobre ello: «Las redes sociales han generado una invasión de imbéciles que le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas (…). Es la invasión de los necios». No obstante, no seamos apocalípticos.

Las redes sociales también abrigan una faz positiva: desnudan y evidencian a sus usuarios. Por eso uno sabe cómo piensan en asuntos cruciales como el delirio independentista catalán: lo apoyan abiertamente.

Lo apoyan con una candidez, o un veneno, que no parece natural en gente ilustrada. Conclusión: su ilustración es nimia. Es un modo de hacerse notar: pose. De decir «aquí estoy», predicando para subvertir el sistema, aunque a mí me vaya muy bien este sistema que me permite vivir con opulencia gracias a mis libros o mis películas.

Ayer mismo continuaban defendiendo lo indefendible: Puigdemont y sus secuaces. Ayer, como en los meses precedentes, les parecía natural esta mofa y escarnio de la ley que protagonizan los independentistas.

Y termino la columna de hoy con el motivo principal de la misma: ¿Qué Galicia quieren mis colegas del mundo de la cultura? La mayoría una Galicia/Galiza independiente, o sea, sometida a la miseria económica y aislada.

El fin del nacionalismo es ese: la independencia. Por eso han aplaudido y aplauden de modo vergonzante el golpe de estado catalán (el BNG fue el primer partido gallego en darle legitimidad).

Por eso no les importa que se vayan las empresas catalanas, como no les importaría que se fuesen las gallegas. Por eso siguen predicando desde su particular carnaval. Su cinismo e hipocresía son inmensos.

La comparsa de los doctos, les llamo.

No les importa que se vayan las empresas catalanas, como no les importaría que se fuesen las gallegas. Por eso siguen predicando desde su particular carnaval. Su cinismo e hipocresía son inmensos.