Un premio que tenía que llegar

David Barro MIEMBRO DEL JURADO DEL GALARDÓN

OPINIÓN

20 oct 2017 . Actualizado a las 18:02 h.

Ángela de la Cruz es todavía una desconocida para muchos, a pesar de ser una de nuestras artistas con mayor reconocimiento internacional. Resulta difícil hablar con cualquier director de museo, galerista o coleccionista del mundo que no la conozca y, paradójicamente, su exilio ha hecho que su reconocimiento en España no se vea reflejado como debiera. Fuera de España, sin embargo, su reconocimiento crece exponencialmente, siendo la única artista española nominada al prestigioso premio Turner, exponiendo individualmente en centros de relevancia como Camden Arts Centre o Culturgest y siendo representada por algunas de las principales galerías del mundo.

Su interesante obra le ha llevado a estar presente en todos los manuales de referencia sobre pintura contemporánea y son muchos los artistas jóvenes y no tan jóvenes que han seguido su estela y la tienen como referencia, ya sea por su manera de expandir o retorcer la pintura o por su capacidad para trabajar en la intersección entre la pintura, la escultura, la instalación y la relación con la arquitectura, ya que muchas de sus obras se integran o dependen del lugar en el que se insertan, convirtiendo el continente en contenido.

Ángela de la Cruz estudió filosofía en la Universidad de Santiago de Compostela, instalándose definitivamente en Londres en 1987, donde se formará en Chelsea College of Art, en Goldsmiths College y Slade School of Art. La calidad de su obra le ha servido para ganarse un lugar en un contexto tan difícil como el del arte londinense. Siempre mirando nuestra tradición, como los colores de Velázquez o la ironía, una línea que podría arrancar en Almodóvar e ir hacia atrás para pasar por Buñuel, Valle-Inclán y hasta Cervantes. Para Ángela de la Cruz reivindicar la pintura es trabajar su memoria, asumir su condición de resto, pero también es una extensión de su propio cuerpo, una experimentación física que juega con sus propias dimensiones y que tendrá un punto de inflexión tras sufrir una hemorragia cerebral, cuya recuperación supuso una larga estancia en el hospital. En la Fundación Luis Seoane pudimos disfrutar de una retrospectiva del trabajo que realizará la artista a partir de ese obligado parón, todo un ejemplo de cómo reinventarse sin perder su esencia.

Es, por tanto, este premio es una gran oportunidad para reparar una deuda de la historia del arte español reciente con su propia historia, valorando la dificultad añadida que ha sido ser mujer a la hora de tener un reconocimiento y una visibilidad adecuada, así como por ser ejemplo de superación personal. Por todo ello, pero sobre todo por la calidad de su obra, no podemos sino celebrar esta noticia.