La ley de la calle

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CON LETRA DEL NUEVE

OPINIÓN

14 oct 2017 . Actualizado a las 09:42 h.

Lo de la CUP, ERC y el PDeCAT es un ménage à trois de libro, con Esquerra y los exconvergentes casados por el Juzgado en Junts pel Sí y los anticapitalistas haciendo de amante escondida en el armario, harta de ser la otra y siempre amenazando con dinamitar la paz conyugal del secesionismo.

A pesar de los amagos de ruptura, hasta ahora la CUP se ha ido conformando con pequeños detalles y carantoñas. El martes, por ejemplo, no hubo la prometida proclamación de la república catalana, pero luego Puigdemont los bajó a todos al sótano del Parlament para firmar casi a escondidas una cutre imitación de la declaración de independencia de Estados Unidos y los anticapitalistas se quedaron tan contentos con su caja de bombones.

Pero el triángulo amoroso saltó ayer por los aires. Primero se metió por medio un ex, y ya se sabe que los ex siempre lo emponzoñan todo. Artur Mas dijo que la CUP y ANC no presiden la Generalitat, lo cual es cierto, pero tampoco la preside él y manda mucho. Casi tanto como la CUP y ANC, que no controlan las moquetas, pero controlan las aceras y ayer se encargaron de recordárselo al estadista Puigdemont y al mudito Junqueras.

La ANC le soltó un par de tuits exigiendo al molt honorable que suspenda la suspensión de la declaración de independencia y que ponga en marcha la Ley de transitoriedad. Pero la CUP es la CUP y no se conforma con teclear dos tuits para apaciguar a su club de fans. Ayer lanzó tres cargas de profundidad contra lo que llama con desprecio «soberanismo gubernamental», que es su manera de dejar claro que Junts pel Sí y el PDeCAT siguen siendo la misma oligarquía pactista y acobardada de Convergencia y el pujolismo.

En una carta a Puigdemont, la CUP le recordó que el actor principal del procés es la Gente (con mayúscula), que no es lo mismo que la gente con minúscula. La Gente es la que se movilizó por la independencia y fue a votar el 1-O y la gente (con minúscula) son los catalanes no separatistas.

En su misiva, los anticapitalistas también le dicen al president que cuando se aplique el 155 lo mejor es que les pille «con la república ya proclamada»: «Seguiremos sin apoyos de los mercados y los estados, seguiremos sin grandes riquezas naturales y sin poderes económicos que nos den soporte, pero lo haremos con la gente».

Por si no quedaba claro, saltaron a la cancha los dos núcleos duros cuperos: Endavant y Arran. Son gente de escasos matices. Endavant reclama «la acción del pueblo en la calle, la toma del control del territorio y el control de los sectores económicos estratégicos». Todo muy del 2017. No quieren reformas, sino la quiebra del orden jurídico existente porque es «español, capitalista y patriarcal». Arran tampoco anda con ñoñerías. Frente a la «inacción del Govern» llama a la movilización popular y callejera y a convertir los Comités de Defensa del Referendo en Comités de Defensa de la República: «Llenemos las calles, reforcemos los CDR: organicemos la victoria porque este pueblo ya ha ganado».

No es casual que la frase más oída estos días en las manifestaciones separatistas fuese la que gritaban a los policías acorralados en hoteles y comisarías: «Las calles serán siempre nuestras». Un lema que recuerda demasiado a aquel Fraga de «la calle es mía».

A Puigdemont se le ha ido Cataluña de las manos y, si al final se impone la ley de la calle, pronto la encontraremos hundida en la sima más oscura del siglo XIX.