Un día del octubre catalán

Ferran Brunet LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

04 oct 2017 . Actualizado a las 08:27 h.

Llevamos muchos días con el país incendiado y la vorágine va a más. Llevamos meses y años de incendio de la sociedad catalana, que no sabe cómo atajarlo, de muchos catalanes que se refocilan con el fuego que prenden, y de unas instituciones comunes españolas, y en particular de un Gobierno de España que confió a la Justicia el atajar la catástrofe.

Ayer fue día de «huelga de país»: los catalanes estamos secuestrados por un Gobierno regional, su policía y las cuadrillas de incendiarios dueños de las calles y carreteras que imponen su ley, protegidos por los Mossos y todos ellos amparados por la más completa impunidad. Están tratando de echar a las «fuerzas de ocupación». Controlar el territorio es uno de los requisitos de la independencia. Ahora ya la Cataluña interior es suya. Mañana irán a por la costa y el aeropuerto, primer eslabón de las fronteras exteriores.

Esto es un delirio. Tras la historia de revoluciones y persecuciones europea, española, catalana y global, ¡ver esto en directo! Es posible quebrar un Estado de derecho, una democracia plena. (Recordemos que España ocupa la posición 16 en el Índice de calidad de la democracia 2016 producido por The Economist, por delante de Estados Unidos, 17; Portugal, 19; Reino Unido, 23; o Francia, 24.)

¿Es posible que la democracia española colapse? Sin dudar, respondemos ¡no! Pero para que esto no suceda, deberá ocurrir en Cataluña un cambio de calidad. No sé si llorar, como he visto ya a muchos, especialmente en la Cataluña rural independiente, donde están no solo abandonados, sino verdaderamente aterrados. Acaso sea bueno reír, como nos pide el cuerpo y la confianza en la fraternidad, el Estado de derecho y la solidez de la democracia y de España.

Los catalanes constitucionalistas somos creyentes en algo que no vemos. Desde hace mucho, en Cataluña no se ve ni al Estado de derecho ni al Gobierno de España. Vivir etsi Deus non daretur: ¡como si Dios no existiera! dejó dicho Hugo Grocio (siglo XVII). Cesare Beccaria (siglo XVIII) reformularía el dicho anterior así: «Dios existe, pero hay que actuar como si no existiera». Los catalanes demócratas somos creyentes en la ley y el Gobierno a pesar de su evidente ausencia.

El desafío separatista se convirtió en rebelión del Gobierno y del Parlamento de la Generalitat y ahora ha transmutado en una sublevación de ultramontanos, revolucionarios, anarquistas u okupas de la ANC, ERC, Òmnium y la CUP, locales y aterrizados de todas partes. En los últimos años, el Gobierno de la Generalitat trabajaba solo para la separación y con los separatistas, de modo que el desgobierno fue la norma. En la presente batalla final de la guerra que los independentistas y radicales han declarado contra España, sus instituciones y los españoles, prevalece el caos. Llevan tiempo diciendo: «Els carrers seran sempre nostres», las calles serán siempre nuestras, entre otras lindezas.

Otra vez, la realidad supera a la ficción, en modo surrealista, violento y odioso. En Cataluña, hemos llegado a una situación que ni los más conocedores sospecharon. Entre otras cosas, porque creían que Dios existía, que el Gobierno de España actuaría mucho antes que nada semejante llegara a imaginarse. No ha sido así, se está esperando hasta la plena consumación del golpe de Estado para aplicar un artículo de la Constitución Española que hubiera resultado inofensivo. El precio que la democracia española y que los catalanes pagaremos para recomponer el Estado de derecho y Cataluña se ha multiplicado. Vaya, aún podría crecer en los días próximos.

La procrastinación de la élite española y la traición de la élite catalana han creado una crisis de Estado profundísima que puede llevarse por delante los valores más preciados de la democracia y de su plasmación en España como Estado social y de derecho, con una monarquía y unas instituciones de la más alta calidad, garantía del entendimiento y del progreso de los españoles. La democracia, la integridad de España y el ser de Europa están en el más alto riesgo.

El mensaje de anoche del Rey ayudará a empezar a deshacer el entuerto grande en que se hallan Cataluña y el sistema democrático en España.