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Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

01 oct 2017 . Actualizado a las 09:04 h.

Una ya no sabe qué creerse. Antes los periódicos propagaban certezas aunque algunas no fueran ciertas. Hoy todo es niebla o una maraña de clickbaits, titulares estúpidos a los que se entra como el que se mete un tiro de farlopa aunque sepa a cal de la pared. Está de moda despreciar el papel y las cabeceras, sus amistades peligrosas y sus entregas ominosas pero la alternativa que tejen las redes están siendo la confusión y muchas mentiras que entran por la glotis con la suavidad de unas natillas endulzadas con arsénico.

El mismo papa se ha plantado contra las fake news y algo sabrá el jefe de una organización alicatada en firme y con gran éxito de audiencia a base de cuentos. Como dijo el genetista británico Steve Jones tras analizar las escrituras con su mente científica, «la Biblia es una colección de leyendas honorables y en cualquier caso bastante infantiles» que un tercio de la población da por textuales, incluida lo de que la mujer salió de una costilla de un señor llamado Adán, qué genialidad.

Desde tu Twitter o tu cuenta de Facebook el mundo está hecho exactamente a tu medida. Nada perturba la inquebrantable vocación de ser solo lo que eres y de escuchar voces que solo son el eco de la tuya. Un mundo informativo sin matices ni diversidad que empieza a cobrarse sus víctimas. La más valiosa es la ironía.

Albert Pla, el de la carta al rey Melchor, plantó hace unos días su sarcasmo brutal sobre el Gran Asunto. Fueron tantos los que confundieron el código, tantos indepes y unionistas que fueron a lo textual, que comprendimos al fin la envergadura del conflicto en el que andamos. Hemos perdido el sentido del humor y ya no reconocemos las hechuras de la buena retranca. Menuda tragedia.