Retales de sanidad

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

28 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Los años de plomo de esta crisis han llevado a una caída del gasto sanitario público que afectan en mayor cuantía a los gastos del personal (3.500 millones menos), y a los gastos de farmacia (3.000 millones) y que explican el 73 % de los 9.000 millones de contracción de los gastos entre 2009 y 2013.

No suele haber un debate sanitario en Galicia, con algunas excepciones como la mesa de tres consejeros de Sanidad organizada por el Colegio de Médicos de A Coruña, el pasado verano. Probablemente tampoco lo hay en España. Existen sin embargo grupos de pensamiento, lobbies, profesionales de la gestión sanitaria, sindicatos, colegios profesionales y también políticos y gestores sanitarios de su confianza que hacen sus aportaciones y condicionan las políticas sanitarias. Y aun fachendeando de una de las mejores sanidades del mundo, la realidad es que junto a la buena valoración ciudadana, las diecisiete sanidades públicas españolas tienen motivos para reflexionar.

No sé si por reflexión el Gobierno gallego lanzó un anteproyecto de reforma de la ley de salud de Galicia. Lástima que la exposición se iniciara en el mes de agosto. Lástima que la mayor parte de las reclamaciones presentadas se dirigieran a la desaparición de las áreas sanitarias, pues las EOXI sobrepuestas ya la tenían subsumidas, pero con ello se ha despertado el mantra de los agravios locales, por más que aquel reconocimiento administrativo se había obviado de facto con las nuevas estructuras de gestión implantadas hace tiempo (EOXI).

En la reforma hay otros aspectos de rimbombante formulación y eficacia por demostrar como los consejos de salud de área o una comisión interdepartamental Sanidad-Educación para mejorar la salud (sic). También aspectos sustantivos respecto a la ampliación de la libre designación en la provisión de plazas que al parecer no se discuten. Tampoco se abordan y corrigen los relativos a la profesionalización, o despolitización, de las estructuras de gestión y nombramientos de gestores, considerados, sin embargo, como uno de los problemas clave que condicionan las políticas sanitarias.

Se enfatiza la investigación y transferencia de conocimiento, urbi et orbi, con esa facilidad que aportan los comodines, y se obvian sin embargo planes de actualización y formación para la práctica asistencial.

Por último, sorprende que el Consello Galego de Colexios Médicos se pronuncie sobre el cumplimiento de las incompatibilidades, más allá de sus posibles y quizá necesarias reformulaciones, en el sentido de considerarlo un riesgo para la «mediocrización» del sistema público de salud. Como sorprende que los sindicatos médicos enfaticen la justa reivindicación de carrera profesional. Pero ni unos ni otros reflexionan sobre la extrema precariedad laboral y profesional como causa de desprofesionalización y mediocridad asistencial, y sus efectos en el sistema de salud.

Me sumo en esa búsqueda de reflexión y debate sobre la sanidad a la recomendación de José Ramón Amor Pan para que lean la Carta de una médica desbordada, escrita desde el País Vasco, donde la inversión por habitante es la más alta de los 17 sistemas de salud. Quizás ello nos permita que observemos los problemas de la sanidad más allá de sus retales.