Con las mentiras se puede llegar lejos

Xosé C. Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

25 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Las mejores agencias de publicidad de España están en Cataluña. Los peritos del márketing, también. Hace años aseguraban los politólogos que allí se fabricaban líderes de corte moderno, vanguardistas y europeos, gracias a los sueldos generosos que estos pagaban a sus asesores. Es todo cierto. Por eso ellos han trabajado hasta el mínimo detalle lo fundamental de su entremés secesionista: la comunicación. Quizá por este motivo los medios catalanistas, y en especial los públicos, han alimentado hasta el paroxismo un relato falaz pero con un corte populista de éxito notable: nosotros, los independentistas, somos los demócratas y el resto pertenecen a las facciones de la intolerancia (franquistas, fascistas, fachas, etcétera).

El éxito de la fórmula radica en ser capaces de mudar el dilema legalidad/ilegalidad en demócrata/antidemócrata. A poco que lo pensemos, caeremos en la cuenta de que lo han trabajado con esmero e inteligencia. Hasta publicaban estos días a gentes con flores en la mano frente a los policías. El mensaje subliminal era claro: querían situarse en la esfera publicitaria de los luchadores por la democracia en regímenes que carecían de ella, desde el Portugal de Salazar a los tanques de Tiananmen. Hasta ahí, sin escrúpulo alguno, fueron capaces de situar sus mentiras. La conclusión a la que querían llegar era diáfana, aunque ingenua: vivimos aplastados por fuerzas totalitarias y antidemócratas. Y en ese viaje se aliaron los oligarcas catalanes, que han defenestrado para siempre a la burguesía política de Cataluña, y los antisistema de la CUP. Un disparate que el Gobierno ha afrontado tarde pero con rigor legal.

Tengo grabada en la memoria una frase entresacada de la película Transsiberian, de Brad Anderson: «Con las mentiras se puede llegar lejos, pero no se puede volver atrás». No encuentro mejor epitafio para el procés. Con sus mentiras, desde las históricas a las económicas, han llegado al 47,8 % de lo votos y a cientos de miles de personas manifestándose en las calles, pero ya no pueden ir más allá. La democracia los ha desenmascarado. Han quedado dibujados con un patetismo del que hablarán los libros de historia durante siglos.

Y ya ni cito a los no catalanes que han defendido este delirio. ¿Que dirán los de la Marea y los del BNG en la próxima campaña electoral? ¿Contarán lo que en verdad ha sucedido? ¿Dirán que se aliaron ciegamente con lo ilegal, con un asalto a la democracia y hasta con la derechona catalana? ¿Qué nuevos votos pretenderán con estos precedentes?

Ellos y sus aliados intelectuales han evidenciado la falsedad y las argucias demagógicas más burdas sin pudor alguno. Han insultado a todos los que nos hemos opuesto desde el principio a este delirio (¡si hasta le han llamado «facha» a Coscubiela!): demencia ideológica sin parangón. Han ido de la mano, repito, de la derechona catalana calificando como antidemócratas al resto. Sus flores son de plástico. Y sus mentiras ya no tienen vuelta atrás.