¿Qué pasará tras el fin del califato?

José Julio Fernández Rodríguez DIRECTOR CENTRO DE ESTUDIOS DE SEGURIDAD (CESEG) UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE COMPOSTELA

OPINIÓN

16 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Londres vuelve a indignarse por un nuevo atentado en su metro, resulta inminente el fin del control territorial del grupo terrorista Estado Islámico en Siria e Irak (ya no está ni en Jordania ni en el Líbano). Ello será un acontecimiento geopolítico de primera magnitud, aunque no traerá la tranquilidad que pudiera presuponerse a priori. De todos modos, cuando se produzca será una buena noticia, pues su base territorial explicaba en gran parte la fuerza que adquirió esta organización terrorista, su financiación heterogénea, un territorio desde el que llevar a cabo una eficaz propaganda y reclutamiento por medios digitales, y una base física desde la que organizar ataques (también contra Europa). Al margen de ello, el territorio tuvo una trascendencia simbólica relevante, pues permitió articular la idea de califato, conectado con la (falsa) dorada época del islam del siglo VII. El autoproclamado califa Abu Bakr al Bagdadi incluso se consideró descendiente de Mahoma (sic). «Lucharemos hasta que el mundo siga a Alá», decía este sujeto en su famoso discurso en la ya destruida mezquita de Mosul, el 4 de julio del 2014.

Me atrevo ahora a ejercer de nigromante y aventurar el futuro en varios puntos expuestos de manera escueta, dicho con todas las cautelas. O sea, hagamos un poco de prospectiva (como se dice en Inteligencia):

Siria e Irak permanecerán en territorios divididos de facto, aunque oficialmente no cambiarán sus fronteras. Aparecerá un statu quo que será difícil de alterar, con potencias apoyando a los diversos actores (kurdos, turcomanos, grupos suníes, Gobierno sirio, Gobierno iraquí...

El Daesh [acrónimo en árabe del grupo terrorista Estado Islámico] buscará un nuevo lugar en el que asentarse, pues lo consideran algo de mucho relieve en la medida en que permite implantar la sharia, y acentuará su estrategia de diversificación.

En función del éxito o no de lo anterior, habrá una diáspora de terroristas a sus lugares de origen, con incremento de atentados. En este sentido espero que funcionen las medidas adoptadas estos años, como las relativas al control de pasajeros y a una mayor colaboración entre agencias de seguridad.

Una amenaza digital

El Estado Islámico insistirá en la construcción de un califato digital, que siga sosteniendo su ideología por todo el planeta. Posiblemente el Daesh redefina sus relaciones con Al Qaida, sobre todo en el Sahel. En fin, y lo que resulta más problemático, la base de la ideología radical islamista permanecerá igual de fuerte, aunque la pérdida de un símbolo tan relevante hará que tenga menor capacidad de reclutamiento.

Esto último evidencia la enorme importancia de realizar entre nosotros estrategias de fortalecimiento democrático y educativas que ayuden a vencer en la disputa ideológica entre la libertad y el terror. Sorprende que aún no haya conciencia de ello.

Espero equivocarme y que el panorama no sea tan oscuro, pero seguro que durante muchos años nos seguiremos acordando de Paul Bremer, que en el 2003 disolvió el Ejército y los servicios secretos de la época de Sadam Huseín y despidió a todos los funcionarios del partido Baaz. De un par de plumazos decenas de miles de personas pasaron a la insurgencia.