Macron quiere rescatar a Francia

OPINIÓN

02 sep 2017 . Actualizado a las 09:40 h.

Después de leer los cien mil artículos que escribieron nuestros académicos sobre la senda anticrisis que había tomado Rajoy -todos creían que la reforma laboral, la consolidación fiscal y la austeridad eran un tobogán hacia el abismo-, y después de ver el millón de declaraciones, tertulias y debates hechos por políticos, sindicalistas, analistas, lectores del Financial Times, devotos de Krugman y gente que cobra por hablar pero que jamás contrastan sus recetas, Emmanuel Macron, el mediático presidente de Francia, enamorado de la grandeur y la souveraineté, y eficacísimo demoledor de los partidos que quisieron capitalizar la crisis haciendo populismo, acaba de inclinarse por las tesis de Merkel y Rajoy, y, siguiendo el camino que abrieron Tsipras y el Bloco portugués, adoptó la doctrina de la reforma laboral y la consolidación fiscal que en España hizo milagros.

Los yuppies dirán que, entre las reformas de Rajoy y las de Macron, nada que ver. Porque, mientras Macron se explica en los medios de comunicación, Rajoy le dejaba el pastel a Montoro; mientras Rajoy comparecía ojeroso en el Parlamento, Macron gasta 9.000 euros mensuales en maquillaje; y mientras Rajoy se aferró a Merkel, que quería dominar Europa y coronarse emperatriz de los teutones, Macron tuvo la astucia de decir -aferrado a la magia de las palabras- que lo suyo no es el paso de la oca de los alemanes, sino la tierna «flexiseguridad» de los daneses. Por eso no faltará quien venga a decirnos -porque ya lo dijeron de Valls, Hollande, Varufakis y otros- que los refinados extranjeros se las saben todas, mientras aquí nos gobiernan paletos irredentos.

Pero la dura verdad -dura veritas, sed veritas- es que el clásico modelo francés de relaciones laborales, auspiciado por la poderosa Confédération Générale du Travail (CGT), y determinado por la idea de que las condiciones de trabajo se definen desde la política y el derecho, al margen de las exigencias de competitividad de la economía liberal y mundializada, acaba de encontrar en Macron la horma de su zapato, y que, tras el duro pulso que iniciará la CGT a partir del 12 de septiembre, solo uno de los dos -Macron o el proteccionismo laboral- va a quedar vivo en Francia.

Las lecciones son: que nadie puede ir por libre, ni vivir de ilusiones que antes fueron dogmas; que la ciencia sin experiencia, y las recetas sin revisión, son siempre malas consejeras; que los economistas políticos, a los que la ciudadanía les pasa factura por cada palabra, por cada plazo incumplido o por cada senda equivocada, saben más y son más fiables que los economistas de púlpito, que nunca rinden cuentas a la realidad; y que todos los que se fían de comodines y salvapatrias acaban retrasando sus deberes y pagando un alto precio. Y, si usted no se lo cree, acuérdese de esto: ahora Francia, y mañana Italia.