Pagar las pensiones absorbe cada día más recursos. La Voz publicaba el domingo que Galicia acaba de romper su techo en este gasto, con 590 millones en un mes, 4.100 en lo que va de año, 90 más que en el mismo período del 2017. Se ha frenado el ritmo de incremento, pero solo por haber reducido al 0,25 % la subida anual y el retraso en la edad de jubilación.
No es un fenómeno exclusivo de esta comunidad, paradigma del envejecimiento. En el conjunto español, el gasto ascendió a 8.790 millones, un 3 % más que el año anterior.
Hay un millón de cotizantes menos que antes de la crisis y 1,2 millones de pensionistas más. Los nuevos jubilados cobran más, porque cotizaron más, y la hucha de las pensiones está prácticamente vacía.
Así que los jubilados viven con el temor creciente a que ese ingreso que siempre creyeron garantizado de por vida, no lo esté, o al menos no en cuantía suficiente para afrontar sus necesidades. Y con el hecho cierto de que su poder adquisitivo va a ser cada día menor, por el efecto de la devaluación programada que supone que solo vayan a subir (?) un 0,2 5% cada año.
Aunque desde los sindicatos han surgido propuestas para una reforma del sistema que garantice su futuro, las diferencias entre los partidos de la oposición a la hora de afrontar el problema no contribuye a disminuir los temores de los jubilados. Y tampoco el pertinaz optimismo del Gobierno sobre las perspectivas económicas globales, por más que amplios sectores de la población ni huelan esa pregonada mejora.
Por cierto, el partido del Gobierno tiene uno de sus mayores caladeros de votos entre los mayores. ¿Se nota?