El espejo portugués

OPINIÓN

11 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Estaba en segundo de carrera cuando en Sociología me hablaron de la teoría del espejo. Reconozco que solo me quedé con la idea de que el otro nos recuerda quiénes somos. Ya han pasado casi tres décadas de aquello y debo reconocer que esa teoría me ha ayudado a entender muchos comportamientos, como el deseo de destrozar a alguien porque su éxito nos muestra nuestros fracasos.

Galicia hace tiempo que sabe, o al menos debería saberlo, dado el inmenso número de profesores universitarios que se dedican a la política, que para cambiar nuestra posición dentro del orden económico estatal debemos ser diferentes. En lo que nunca hemos estado de acuerdo es en qué. Tampoco pasaba nada. No existía ningún espejo que nos proyectara, con crudeza, quiénes éramos. Y lo que somos es una tierra hostil para el empresario, siempre supuesto ladrón, y por lo tanto obligado a pagar su penitencia. Que el suelo industrial es caro, que lo pague; que la Administración es lenta, que espere; que compite contra el sector público, hagámosle la vida imposible.

Pero a 30 kilómetros de Vigo hay una tierra en la que los alcaldes van al aeropuerto a buscar a los empresarios, en la que bonifican el IBI, en donde los funcionarios te hacen la ola o te dejan el suelo industrial a un tercio o menos de lo que ha pagado Amancio Ortega en A Laracha. Aquí tienen el espejo. ¿Qué hacemos? ¿Lo rompemos? ¿Los denunciamos a la Unión Europea por vulnerar no sé qué? ¿Los insultamos? ¿O cambiamos? ¿Y quién?, ¿Quién ha de cambiar? ¿La Xunta de Galicia? Seamos serios. Estamos ante uno de los debates más importantes de nuestra historia reciente. El que ha de llevarnos a ser más ineptos que antes o a entender de una vez para siempre cómo funciona este mundo. Mientras pensamos, recordar que ya hay más de 3.000 empleos perdidos en Portugal. Nuestro vecino está haciendo cuatro cosas muy simples: la primera, bonificar fiscalmente la inversión; la segunda, abaratar suelo industrial; la tercera, reducir la burocracia; y por último, rebajar tributos locales.

Podíamos haberlo hecho nosotros hace años, pero ¿para qué? Para beneficiar a... Galicia.