La convivencia, 40 años después

OPINIÓN

01 jul 2017 . Actualizado a las 09:26 h.

El acto celebrado en el Congreso de los Diputados como conmemoración de las elecciones de 1977 ha sido una inteligente iniciativa de su presidenta, que proporciona la ocasión para tomar conciencia de la deriva que está siguiendo la convivencia entre los que formamos parte de lo que la Constitución denomina patria común. No es solo el intento secesionista, con sus reales y cotidianas consecuencias en la vida ordinaria de los catalanes. También la repulsa y el hastío de los demás españoles está cavando un foso que separa. A ello se suma la reinvención de dos bloques políticos, las dos Españas del citado verso de Machado, con el tufo de la vieja simplificación de izquierdas y derechas que, al ahondarse, terminó en una guerra civil. No habría que ir más atrás. Si las elecciones de 1977 tienen un valor simbólico fue porque certificaron de un modo democrático la superación de aquella cruenta fractura. La reconciliación proclamada y realmente practicada por el Partido Comunista se ha puesto en entredicho. Las insatisfacciones y discrepancias propias del pluralismo político, esencial en una democracia, dejan entrever incluso odio a lo que no se comparte, como manifestación de una revancha que se ha transmitido a sucesivas generaciones. 

La situación actual es el resultado de un proceso de erosión de la base de la convivencia democrática que es la Constitución. Elaborarla por consenso, en un contexto histórico concreto, fue la tarea de los parlamentarios elegidos en 1977. Es la razón de ser de la unidad de la nación española, de las libertades y derechos fundamentales de la persona, de la monarquía parlamentaria, con cita expresa de don Juan Carlos I de Borbón. Una legitimidad democrática impecable, precedida por la impecable legalidad de la Ley para la reforma política, también aprobada en referendo. No hay necesidad de reescribir la historia. El fuerte aplauso al rey emérito fue el cordial reconocimiento a quien desde su principio declaró serlo de todos los españoles, legado que Felipe VI ha asumido.

Con motivo del desafío separatista se han formulado propuestas y opiniones que desconciertan. Por ello, puede servir de ilustración conocer algo de lo que se dijo en aquella legislatura constituyente. El derecho a la autodeterminación fue solo defendido por un vasco y un catalán. Sostener que en 1979 los catalanes lo ejercieron al aprobar el referendo sobre el Estatuto de autonomía es una extravagante opinión científica que desorienta. La España como nación de naciones que ahora defiende Sánchez fue entonces abandonada por el representante socialista. Hubo acuerdo abrumador sobre la unidad de la nación española. Desde CiU se reconoció la realidad plurinacional de España al referirse a las nacionalidades, identidades históricas y culturales, que la integran, con solidaridad, a propuesta del PNV, que en expresiones de UCD responden a un concepto de autoidentificación, pero no a constituirse en Estados independientes. Eso es la referencia fundamental.