Este lunes La Voz nos contaba que dos bancos italianos habían caído. Pero no como había caído el Popular, y con él nuestro Pastor, sino a la manera italiana. Y uno, que entiende poco de economía, se preguntaba cómo Europa había pasado de felicitarse por su nuevo mecanismo de resolución (que consiste en que los accionistas y bonistas carguen con todas las culpas y se queden sin un euro) a dejar el mecanismo a un lado y permitir que los Estados actúen cómo consideren oportuno. Es que lo del Banco Popular ha sido una estafa en toda regla. Como nunca antes se había visto otra y, según lo que ha pasado en Italia, no se volverá a ver. Europa parece una gran mentira. Y uno, que siempre ha creído en su magna historia cultural, empieza a descreer de ella. La Europa solidaria es la misma que con la caída del Banco Popular se felicitaba por la solución, sin pensar en los 305.000 accionistas ni en nuestro Banco Pastor o sus empleados. Contó, en su fiesta de celebración, con las sonrisas dolorosas (¡cuánto!) de nuestro ministro de Economía en su comparecencia parlamentaria: se ha salvado la ciudadanía de pagar, decía. Obviamente, para el ministro los trescientos mil del Popular no son ciudadanía. Lo son solo cuando pagan de sus ganancias un 20 %. Cuando pierden, son nada. Como nuestro Banco Pastor, volatilizado de la noche a la mañana, con nocturnidad y alevosía. Galicia protesta. Ojalá la escuchen. Porque en esta Europa y en esta España, mezquina y corrupta, ya no se escucha a nadie.