En un principio, las reválidas iban a ser obligatorias y condicionarían el paso de la ESO a Bachillerato. La atomización política, las protestas de los padres y la ausencia de un pacto de Estado han servido para que las pruebas se convirtiesen en reválidas light.
Las pruebas son muestrales y de diagnóstico, es decir, que solo se trata de averiguar cómo está el sistema educativo, pero los resultados no van a tener ninguna repercusión en las calificaciones.
Todo lo que no sea obligatorio disminuye el interés de los alumnos. Si la prueba es voluntaria, el esfuerzo es mínimo y la concentración en la prueba carece de la intensidad de lo obligatorio. A esto hay que añadir la postura de un determinado porcentaje de padres que están en contra de todo lo que pueda complicar la vida de sus hijos.