Organización criminal y 2 de mayo

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

02 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En el ágora de los derechos que defendemos los demócratas, uno figura en el frontispicio: la libertad de expresión. Sencillamente porque en ese título va condensada la esencia de la democracia, que es el imperio (permítanme el oxímoron) de la opinión plural. Defiendo el disenso hasta el paroxismo. Y defiendo más la libertad de los otros, los que no piensan como yo, que la mía propia. El fascismo representa exactamente lo contrario. Es el abrigo del totalitarismo y todas las tragedias que a lo largo del pretérito ha propiciado.

Por eso, y por mil razones más, los demócratas detestamos el fascismo, la imposición, el sectarismo y todos los ismos que la política perversa ha instalado en las entrañas de nuestra historia más pérfida. Detestamos también la calumnia y la injuria, y por tanto nos empeñamos en escribir atendiendo al buen juicio y al razonamiento. Es lo que intento en esta columna del 2 de mayo, cuando el pueblo -el de verdad y no el inventado por los demagogos- se rebeló contra una invasión física e ideológica. Sucedió en 1808.

En el 2017 todo vale. Y no pasa nada. Es el precepto de Cicerón traído a las cloacas del presente: «Inter arma enim silent leges», entre armas callan las leyes. Con el pretexto de que vivimos una confrontación política permanente, en la política ya se permite todo tipo de expresiones lacerantes y humillantes, vejatorias e injuriosas. Sin ir más lejos, y quedándonos en Galicia, al presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, le han llamado hasta «asesino» cuando se abordó el asunto de las vacunas de la hepatitis. Y no pasa nada. Ni siquiera se han denunciado tales calumnias. Quizá en la creencia de que el principio ciceroniano es inapelable: en la guerra todo está permitido. Pero esto no es una guerra. Es la democracia por la que tanto se ha luchado. Y ahora queremos pisarla. Algunos, en sus derrotas constantes ante las urnas, desprestigian a la democracia arguyendo que hasta Hitler ganó las elecciones. Y no pasa nada.

Ayer vivimos una nueva celebración de la libertad de expresión, reivindicativa y tenaz: la jornada del Primero de Mayo. Y hoy yo levanto libremente la bandera de mi libertad de expresión para defender la honestidad del Partido Popular. De los corruptos he hablado mil veces. Me dan asco, sin más. Pero de ahí a considerar al PP como una organización criminal dista una infinitud. Lo proclaman a los cuatro vientos. Y no pasa nada, reitero. ¿Son miembros de esa «mafia» los concejales, diputados y cargos honestos, la inmensa mayoría de los populares? ¿Lo son también los millones de votantes que los votan?

A los totalitarios del presente todo se les permite: insultar, vejar, humillar. Este 2 de mayo me levanto contra ellos. Representan, todos, la invasión ideológica más repugnante de la historia de Galicia y de España.