Escuché el nombre de Giovanni Sartori por primera vez a principios de los 90, cuando en las aulas de la facultad de Ciencias Políticas de Santiago había más alumnos que sillas y pupitres. Entonces muchas de las biblias que nos vendían los profesores procedían, acertadamente, de Italia. La muy particular realidad política transalpina fue gasolina pura para pensadores como el florentino, fallecido el lunes a los 92 años y autor, adelantado a su tiempo, de diagnósticos más que certeros sobre los problemas que hoy azotan a Europa.
Sartori fue un pensador heterodoxo, incómodo, brillante y crítico, muy crítico, hasta el final. Ensayista de enorme influencia y prestigio (premio Príncipe de Asturias 2005) se asomaba con regularidad al mundo real desde el Corriere della Sera. No es fácil combinar con acierto ciencia política y periodismo. Él supo hacerlo para convertirse en una voz relevante y hacer que sus alertas tuvieran eco social.
Sartori, que se consideraba de izquierdas, fue muy criticado por los partidos de izquierdas, y premiado por fundaciones de derechas como FAES. Él, que escribió durante décadas sobre los riesgos de no integrar a los inmigrantes de origen musulmán, auguró que la primacía de lo audiovisual sobre la palabra escrita iba a transformar a la especie. Éramos Homo sapiens. Seremos Homo videns. ¿Nos convertiremos en Homo stupidus con la sociedad teledirigida?