Pablo Iglesias y la política del miedo

Roberto Blanco Valdés
roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

12 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

No hay nadie en España relacionado más o menos con el mundo de los medios de comunicación que no sepa cómo se las gastan en Podemos cuando una información o una opinión les incomoda: de la peor manera imaginable. Convencidos como están sus dirigentes y militantes de representar a la única parte sana de un país para ellos ruin y depravado, su reacción ante las críticas es la propia de toda mentalidad autoritaria: considerarse con pleno derecho a aplastar al discrepante, que a juicio de Podemos representa, por definición, a la España costrosa, corrupta y viejuna (término de moda) frente a esa nación de naciones emergente -la de Iglesias y los suyos- que no puede ni debe tolerar la insolencia de los gacetilleros de la casta. 

En tan delirante contexto hay que situar el reciente comunicado de la Asociación de la Prensa de Madrid, hecho suyo de inmediato por la Asociación de la Prensa de La Coruña, dando amparo a varios periodistas acosados y presionados por Podemos, fuerza que los «amedrenta y amenaza cuando está en desacuerdo con sus informaciones».

La gravísima denuncia de la Asociación, que exige a Podemos que acabe con la campaña sistemática «de acoso personal y en las redes» contra quienes no le gustan, no se dirige a un grupo marginal, sino al tercer partido del país, cuya práctica contra el periodismo crítico (editores, directores, periodistas profesionales y colaboradores externos) se parece decididamente a la del peor matonismo político: primero, se identifica el objetivo; segundo, se le coloca en la diana; y tercero, se le echan encima, desde la Red, las brigadas moradas, que amparadas en el anonimato en el que medran siempre los cobardes, dan rienda suelta a insultos, burlas y calumnias.

Gonzalo Bareño escribía aquí el miércoles un excelente reportaje sobre esas brigadas moradas de Podemos, en el que era visible el papel que Iglesias les asigna en la decisiva labor de abatir cualquier foco de desacuerdo mediante un procedimiento tan efectivo como obsceno: maltratar sin tregua y de forma masiva a quien se atreva a levantar la voz contra él y un partido que empieza ya a identificarse de forma extremadamente peligrosa: «Existe un auténtico activismo en las redes sociales que es invisible y que es una forma muy innovadora para cambiar la política de este país», proclama el líder de Podemos.

¿Cómo negarlo? Sin ningún coste, sin riesgo alguno, los nuevos camisas pardas de la red están en condiciones idóneas para intentar machacar literalmente cualquier voz que pretenda hablar con libertad, ¡incluso dentro de Podemos! Sería ese sin duda un gran cambio en la política de este país: España dejaría de ser una democracia y enfilaría el camino para acabar siendo Venezuela. ¿Y es con este sujeto con el que Pedro Sánchez quiere gobernar? ¿Se lo imaginan?