Una vuelta por el Tártaro

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

03 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Tal vez creyendo que el Parlamento es un santuario de la rectitud, una especie de olimpo de la perfección o dolida por el infierno en que se ha convertido el mundo, una niña de ojos claros vino a preguntar ayer con voz queda desde un escaño de O Hórreo a cuatro diputados gallegos: ¿Por qué no suprimen las leyes injustas? La auténtica encarnación de soberanía popular, tan inocente y profunda a la vez poniendo el dedo en la llaga. Hay respuestas que se hacen esperar y ni así son certeras. Ni siquiera el corazón de un país se libra de sufrir cardiopatías. Necesita mucho ejercicio de derechos y libertades para evitar que se le vaya la mano. Lamentablemente, los parlamentos no están inmunizados contra las injusticias ni contra las barbaridades. Janusz Korwin-Mikke incendió ayer la Eurocámara con razonamientos extraídos de lo más profundo de las cavernas de un cerebro humano. Es inexplicable esa tendencia a desandar caminos de la historia para sumirnos de nuevo en el lodazal de la miseria. Los diques de contención se han venido abajo. Los bramidos de la intolerancia se oyen por encima de las viejas murallas de la sensatez. Hay gente empeñada en echar el odio a pacer, a ponerle puertas a la humanidad, a mecer las cunas del miedo y abonar el primitivismo más impúdico. Individuos que cabalgan a lomos de su verdad ciega sin mirar el daño que siembran. Ninguna madre pare hijos para lanzarlos al sufrimiento «El ser humano es el animal más peligroso que existe», escribe Kirmen Uribe. Zeus enviaba al Tártaro nebuloso a los dioses desobedientes para que se redimieran en las profundidades, en el manantial de las lágrimas. Tal vez Korwin y los suyos deberían darse una vuelta por allí.