La hija de la etarra y los huérfanos de ETA

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

03 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

¡Pobriña Izar! Izar es hija de la etarra Sara Majarenas, que cumplía en la cárcel de Picasent una pena de trece años y dos meses de prisión, a la que fue condenada en el 2007 por la Audiencia Nacional como autora de los delitos de integración en organización terrorista, falsedad documental y tenencia ilícita de armas. Izar vivió en la cárcel con su madre desde que nació pero, tras cumplir tres años, debía abandonarla porque la ley así lo exige. Izar también tiene un papá, Stylianos Messinezis, al que su madre conoció cuando cumplía su condena. Hace dos meses, mientras Izar pasaba con él un fin de semana fuera de la cárcel, Stylianos la apuñaló y después se entregó a la policía dándola por muerta. Sí: ¡pobriña Izar! 

Ante la inminente separación de madre e hija, la primera publicó una carta en el diario aberzale Gara señalando, entre otras cosas, lo terrible que aquella sería para ambas: «Izar necesita a su amatxo [mamá] más que nunca. Y hoy es el día que no nos puede volver a pasar lo mismo. Izar sale a la calle, y no puede volver a sentir que se separa de mí. Yo la necesito a ella, ella me necesita a mí. Si no, no habrá reparación posible. O por lo menos, costará mucho más».

Ayer mismo el juez de vigilancia penitenciaria de la Audiencia Nacional concedió a la etarra el segundo grado y autorizó su excarcelación para que viva con su hija en la fundación Padre Garralda-Horizontes Abiertos, que apoya a los reclusos en situación de semilibertad. «Dadas las excepcionales circunstancias» el juez optó por la solución que, según él, generará menos sufrimiento a la menor, lo que hay que esperar sea motivo de seria reflexión para Majarenas y todos los que en el mundo aberzale han salido en su defensa, mostrando una desconocida y repentina sensibilidad por la relación padres/hijos, de la que nada supimos durante los muchos años de crímenes de ETA.

Majarenas, tras ser detenida con información muy elaborada sobre numerosos objetivos (un guardia civil, un coronel médico y el jefe de una comisaría del Cuerpo Nacional de Policía) y con datos sobre edificios y listados de políticos y alcaldes de la Comunidad Valenciana, Murcia, Andalucía, Cataluña y Aragón, declaró en el juicio en el que la condenaron su «orgullo por haber luchado por los derechos de Euskal Herria». Es decir, reivindicó la pertenencia a ETA y sus crímenes horrendos.

Por eso, al leer ahora la carta de Sara Majarenas, tan llena de un dolor de madre cuya sinceridad no pongo en duda, me acuerdo una vez más de los cientos de padres que, asesinados por ETA, se quedaron sin sus hijos para siempre y de los cientos de hijos de asesinados por ETA que se quedaron sin sus padres para siempre. Ninguno tuvo la oportunidad de elegir otro camino, pues ETA decidió por todos ellos. Sara Majarenas, nacida en plena democracia, sí pudo elegir y optó por ETA. Sin pensar para nada en los hijos de sus víctimas.