Rajoy abre la puerta a un tercer mandato. Se ve fuerte, rebosando experiencia y energía, y sobre todo carente de un sucesor de garantizada solvencia. El único que hay, y que no dudo que haría que los resultados se disparasen a favor del PP en las aún lejanas generales, ya es presidente de la Xunta de Galicia. De todos es sabido que las autonómicas gallegas no las ganó el PP. Las ganó de forma apabullante su candidato, Alberto Núñez Feijoo. Pero no veo al de Os Peares muy por la labor de instalarse en la Moncloa, aunque sus correligionarios se lo pidiesen, cosa que dudo. El caramelo es demasiado goloso para ir ofreciéndolo a las primeras de cambio. Tampoco creo que opte a la reelección a la Xunta. Para entonces ya serían doce años al frente de la misma, y todo apunta a que no está por la labor de perpetuarse en el cargo. Si dejase la política, sería una pérdida irreparable para los populares, que tardarían décadas en volver a contar entre sus filas con un hombre de su talla. Honesto, trabajador y preparado. Las tres principales características que deben exigírsele a un político. Y me atrevería a decir que es al único presidente de una comunidad autónoma que conocen en toda España, lo que también resultaría muy rentable en unas elecciones generales. Debido a lo expuesto, y para el caso de que se animara a cambiar de residencia oficial, que lo mimen en Génova. Por si acaso. Rajoy puede abrir las puertas que quiera, pero primero tiene que terminar lo más airoso posible esta legislatura, que fácil no se lo pondrán, con ciertas garantías de poder afrontar con éxito unas nuevas generales.